Acuerdos y desacuerdos

Resulta imposible sustraerse a la sensación de deriva que se transmite desde el Valencia. Solo la esperanza de confiar en un futuro mejor que el actual, algo que no es difícil, y la seguridad de saber que el club de Mestalla está dotado por naturaleza de una resistencia proverbial que le permite recuperarse de cualquier crisis, por enorme que sea, y superar los escollos que se le pongan por delante alivia el trance actual. El valencianismo anda desorientado, confundido y desconfía de casi todo, empezando por su propio equipo, demasiado vulnerable, que anda por una zona indefinida: no es carne ni tampoco pescado.

Cruzado el ecuador de la campaña, el Valencia atraviesa por una fase de reconstrucción, cambio de planes sobre la marcha, un período que precisa de tiempo y paciencia, algo que en el fútbol no suele prodigarse. Pizzi se está aplicando en esa labor sin reserva, consciente de la realidad y de la exigencia de la misión. No resulta fácil su tarea, pero tampoco es el momento de las excusas ni de los lamentos. El técnico procura centrarse en su labor, trata de sacar lo mejor de una plantilla que no está para grandes misiones, pero que, desde luego, debería ocupar una posición más decorosa.

Los parches no han resultado. Ni Helder Postiga ni Pabón han dado el resultado esperado, han rendido muy por debajo de las expectativas y del precio pagado. Cambio de cromos. El relevo forzado confirma la sospecha del desequilibrio en la composición del plantel. Una serie de lagunas que han abocado al aficionado a asumir la crudeza del momento y a dar la temporada por perdida. Sólo queda suspirar por una segunda vuelta lo más digna posible, con alguna alegría aislada en los duelos más atractivos. La ilusión se reduce al frente europeo, donde aún se pueden vivir algunas emociones que mantengan encendida la llama de la ilusión, y al menos la opción de competir por llegar lo más lejos posible.

En los despachos sigue el pulso que va a marcar el rumbo institucional de la entidad. Aurelio Martínez se va a quedar como Gary Cooper, sólo ante el peligro. Al frente de la Fundación va a tener que afrontar un desenlace que no es de su agrado pero que se antoja irreversible. Amadeo Salvo pretende disponer de una prórroga que evite una venta que se halla en un estado muy avanzado. Al presidente del Valencia le queda el recurso de exigir la máxima transparencia en la operación y que el club y sus accionistas, sean informados con el respeto que se merecen.

 

Paco Lloret (@pacolloret_)

Deportes7

 

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