Cambio de roles en el vestuario del Valencia

Con el ojo vigilante de Rufete siempre en su nuca, Djukic ha obrado el segundo gran golpe de timón desde que está al frente del vestuario blanquinegro. El primero llegó antes del choque ante el Sevilla: tras una charla algo tensa con sus hombres a 48 horas del duelo ante los de Unai Emery, Djukic decidió encomendarse a su gente, a los futbolistas en los que mantenía confianza plena. A ‘los hombres de Djuka’.

El Valencia ganó al Sevilla, los ‘jefes’ de la caseta se hicieron públicos y Djukic exprimió -quizá demasiado- a su guardia pretoriana, formada por el clan de los portugueses y un par de jugadores más. La montaña rusa pasó a un tramo descendente, con nuevas derrotas y tropiezos ante rivales muy inferiores como Almería, Valladolid o Elche. Mientras, en la Europa League, el equipo lograba el pase a la siguiente fase con más sombras que luces.

Rufete agarró las riendas de la dirección deportiva y comenzó su labor, marcando al técnico de cerca aunque, por el momento, sin influir en sus decisiones. No obstante, alguna de sus opiniones -como la de que jugar con dos centrales zurdos no restaba potencial al equipo- sí parecen haber permeado en la gruesa capa ideológica del serbio. Desde entonces, dos triunfos más o menos solventes ante Swansea y Osasuna. Y tres partidos por delante –Nastic de Tarragona por partida doble y Kuban Krasnodar– para que la posibilidad de encadenar cinco victorias seguidas no sea una quimera.

Ese ‘milagro’, sin embargo, no estará fundamentado en los mismos jugadores que sacaron al técnico de su anterior bache. Los roles han cambiado en las últimas semanas a raíz de la plaga de lesiones que asoló al equipo a principios de noviembre. Djukic, cuestionado y a la desesperada, echó mano de hombres con minutos residuales hasta el momento, como Víctor Ruíz, Barragán, Parejo u Oriol Romeu. En punta, el de Sabac reubicó a Jonas y mandó a Postiga, Pabón y Alcácer a calentar banquillo o a quedarse en casa. Y el equipo, al menos esta semana, ha funcionado. Se jugó bien ante el Elche pese a la derrota -propiciada por la falta de puntería-, y hubo tramos de partido notables ante Swansea y Osasuna.

Los visto en el césped ha tenido una correlación en el vestuario. El clan portugués ha perdido el protagonismo adquirido en el mes de septiembre y lo español vuelve a estar de moda. Hombres veteranos y con voz autorizada en la caseta como Javi Fuego han podido descansar ante el buen papel de Oriol, al que el técnico quiere seguir dotando de minutos para que gane en confianza. Parejo vive un momento dulce y se ha ganado el respeto de sus compañeros. Barragán, cuyo signo había sido el de ‘pegamento’ y no el de rendimiento en sus dos anteriores años en Valencia, también ha respondido a la confianza del entrenador.

El liderazgo y carácter de hombres como Ricardo Costa y Joao Pereira para ‘tirar del carro’ ha dado paso al bloque, a chavales jóvenes con ganas de tener su hueco en el once. Ni en defensa, ni en los costados, ni en la medular, nadie tiene el puesto asegurado. Quizá Alves y Jonas, el portero y el delantero centro. El resto pelean por su plaza. «Un bloque», como le gusta decir al técnico, de quince o dieciseis futbolistas que buscan su oportunidad. La tendencia del vestuario ha cambiado. Y, en ello, Rufete no ha tenido nada que ver.

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