Como pollos sin cabeza

Que se lo pregunten al equipo de Miroslav Djukic, que tras una semana donde algunos miembros de la plantilla habían  demostrado tener poca cabeza con declaraciones o gestos inoportunos, se presentaba en Barcelona con, a priori, la sensación de que todas las cabezas estaban en su sitio y centradas para sumar la segunda victoria de la temporada.

Pero cuando entra en acción esta parte de la anatomía humana en su modo más contundente ocurre la sangría a balón parado que ha ejecutado esta noche al Valencia. Ponerse por delante y no saber gestionar con cabeza y criterio la ventaja es una cosa, pero permitir que a balón parado te remonten un encuentro ya es un tema que tiene muchas ‘cabezas’, por ser lo más fino posible.

Por más que Djukic movía el banquillo era imposible encontrar una solución al rompecabezas de un Valencia que ahora tiene muchas horas por delante para tratar de pensar en lo ocurrido, porque como estamos diciendo al final todo acaba confluyendo en esa parte del cuerpo que los seres humanos tenemos y sin la que no podríamos vivir.

Aunque tras lo visto en campo del Espanyol, seguro que el serbio se la hubiese arrancado a más de uno tras el pitido final. Pero para ser entrenador hay que tener la cabeza fría en ciertas situaciones, analizar lo ocurrido y desear que sólo haya sido una mala noche liguera.

Los aficionados también tuvieron que agachar la cabeza de vuelta a casa, un largo camino que se hace más doloroso tras las malas sensaciones del VCF en la segunda jornada de la Liga BBVA. Pero es que hoy pudieron comprobar que sin ideas ni cabeza visible sobre el césped no hay manera de salir adelante, ni tan siquiera cuando ellos se dejan las gargantas en una noche para olvidar.

El esperpento protagonizado hoy por el Valencia en Cornellà-El Prat ha quedado personificado en la figura del francés Adil Rami. El zaguero, despistado donde los haya, departía amistosamente con periodistas franceses tras el partido mientras el resto de la expedición valencianista abandonaba el estadio rumbo a casa.

Las caras eran de decepción tras la mala imagen ofrecida minutos antes, pero Rami no parecía tener mucha prisa por marcharse. La prensa valenciana, esa que parece no gustarle demasiado, terminó avisándole del retraso -era el único jugador que quedaba en el estadio- e instándole a que se subiese al autocar.

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