David Albelda: de la Pobla Llarga, para el mundo

Un relato que arranca un 1 de septiembre de 1977 en La Pobla Llarga. Que prosiguió en las categorías inferiores del Alzira, continuó en la escuela del Valencia y creció en Villarreal. Que luego dio al club de Mestalla quince años de carrera profesional sólida como una roca y exitosa como nunca antes en la historia de la entidad. Y que finalizó de forma silenciosa el pasado mes de junio en una soleada tarde de lunes.

Pero el análisis superficial de su biografía no es suficiente para explicar la dimensión que David Albelda tuvo, tiene y tendrá en el Valencia CF. Por palmarés e importancia de los logros cosechados, muchos lo consideran el mejor jugador de la historia moderna del club. O, al menos, el que mejor representó la época del Valencia campeón.

Una relación que siempre fue correspondida en el plano sentimental. El periodista Conrado Valle resume el espíritu de lo que el Valencia significa para el mediocentro en uno de los pasajes de su libro ‘Albelda, El Adiós del Eterno Capitán’ (Al Poste Ediciones): «Disputó un torneo de veinticuatro horas en Alzira cuando tenía catorce años, y pese a que había muchos equipos interesados en que participase con ellos, él sólo quería hacerlo con la Peña Valencianista de La Ribera para poder jugar, por un día, con la camiseta y el escudo del Valencia».

El joven David era un apasionado del fútbol, pero principalmente un apasionado del Valencia. Su hermano Pepe, apunta Valle, fue el principal instigador: aunque no era una familia muy futbolera, «sí era una familia muy deportista» y muy ligada al mundo del ciclismo. Pepe, «cuatro o cinco años mayor que David», fue el encargado de meter a su hermano el fútbol en la sangre. El pequeño Albelda apuntaba maneras –¡como delantero!– y siempre tuvo claros sus colores. 

Años de éxitos deportivos, de pasear el nombre del Valencia por Europa y el mundo e infinidad de reconocimientos en forma de aplausos de la grada de Mestalla obligan a la gran pregunta: ¿qué hizo diferente a Albelda de todos los demás? Unas cualidades que, del mismo modo en que han sido premiadas este 9 d’Octubre por las instituciones al conceder al jugador la Medalla de Oro al Mérito Deportivo, se pueden resumir en unas pocas palabras: «Es un símbolo», resume Valle, «porque, si bien podría equipararse a leyendas como Arias o Fernando en términos de valencianía e identificación, Albelda era el capitán del mejor Valencia, del equipo que más títulos ha cosechado en la historia del Valencia«. Verle alzar tantos trofeos quedó grabado a fuego en la retina del aficionado. Eso, junto al hecho de que su carácter sea «tan valenciano» en su expresividad, con un vocabulario llano y sin pelos en la lengua, le abrieron la puerta al corazón del pueblo.

Una puerta que, tras el ‘affaire Koeman’ de 2007 y el juicio en el que la imagen de Soler y el mediocentro frente a frente en un tribunal dio la vuelta al mundo, vio como su marco se tambaleaba. Y en este último punto es donde Conrado Valle hace especial énfasis: «Se le pueden poner muchas pegas, pero Albelda siempre fue un profesional. Le costó mucho recuperar el crédito perdido en la época de Soler y Koeman. Demasiada política se arremolinó en torno a su figura. Hablar de su legado son las finales que ha jugado, los títulos que ha obtenido, pero también lograr cinco años después de aquello que, en sus dos últimos partidos en Mestalla ante Málaga y Granada, la grada le ovacionase». La estampa del mediocentro jugando con su hijo pequeño en el césped de Mestalla tras el triunfo ante el conjunto granadino, con aficionados pidiendo su permanencia en el club, todavía siguen en la mente del imaginario popular.

Albelda cayó en desgracia y resurgió de sus cenizas. Recuperó el lugar privilegiado que siempre tuvo en el corazón de los valencianistas. Y ahora, en tiempos de necesidad y cuando más negro parece el panorama, ejemplos como el de Albelda encarnan a la perfección el espíritu valenciano de superación para salir adelante. El relato de un joven futbolista que, junto a un bloque sólido de compañeros solidarios y trabajadores, puso en jaque a todo un imperio futbolístico de la capital de España. La historia de un chaval de la Pobla Llarga que, brazalete en ristre, acabó convertido en leyenda.

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