Desde Rusia con amor

Con medio equipo fuera de combate, la zozobra por una portería que está abonada a toda clase de líos, y una línea de juego paupérrima que en otros tiempos hubiera levantado la ira de la grada, se marcha el Valencia a Rusia para afrontar su segundo compromiso continental de la temporada. Después del fiasco padecido ante el Swansea, llega la oportunidad de enmendar ante un rival de escasa talla internacional. A priori, el principal aliciente, además de contrastar la respuesta de quienes actúen mañana como titulares, se centra en el reencuentro con Dealbert, un central seguro que ponía de los nervios al público por su aparente inseguridad. Otros zagueros parecen  dominar la situación y, en realidad, son auténticos coladeros, aunque saben disimular a las mil maravillas.

La marcha del central castellonense no fue lamentada por casi nadie, pese a que se le reconocían un par de virtudes que hoy en día cotizan muy al alza en el entorno valencianista: se trataba de un jugador con una profesionalidad a prueba de bomba que hacía de la regularidad bandera y, además, en el vestuario sumaba en beneficio del colectivo. No hay muchos así en estos tiempos,  a excepción de unos contados, cámara en ristre. Pero Mestalla sufría taquicardias cuando intentaba un pase o se metía en una situación comprometida. No fueron muchas, la verdad, pero pese a esos sustos, en el cómputo global prevalecen más los aciertos que los errores. A Dealbert le perdían las formas, esa peculiar manera de mover la pelota que dejaba entrever una técnica justita.

Su marcha a Rusia sorprendió por el destino y porque nadie esperaba que encontrara un equipo lejos de la primera división. Pero hoy en día, los movimientos del mercado futbolístico obedecen a criterios insospechados. Así que se fue de Mestalla uno de los pocos jugadores que te saludaba todavía en lengua vernácula: “Bona Nit, com estàs?” La retirada de Albelda ha dejado el vestuario huérfano de valenciano-parlantes.  Atrás quedan aquellos tiempos cuando Voro, Giner y Camarasa se repartían las entradas en el juego como si actuaran en un “trinquet” bajo la consigna elemental de “teua-meua” que tanta gracia le hacía a Quique S. Flores. Ahora se habla más portugués que otra cosa por Paterna.

Con la exigencia de puntuar para no verse descolgado a las primeras de cambio, el Valencia afronta la cita rusa como los ciclistas las últimas rampas del Tourmalet, escasos de fuerzas y sacando la lengua por culpa de los esfuerzos superiores que se han visto obligados a realizar. En estos casos, siempre se duda de la preparación física. Resulta arriesgado emitir un veredicto al respecto, pero el sábado ante el Rayo, a los hombres de Djukic se les hizo interminable la segunda parte y optaron por encerrarse y resistir. El resultado maquilló la impresión, pero no borró la sospecha.

 

Paco Lloret (@pacolloret_)

Periodista

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