El color del dinero

Como en el de la política, en el mundo del fútbol la moneda de pago más extendida no es ni el dolar ni el euro. Es… la mentira. Los presidentes mienten siempre con respecto a las posibles transacciones de futbolistas, los agentes mienten acerca de sus ‘sinuosos’ movimientos a la caza de su ganancia y los futbolistas mienten abiertamente cuanto hablan sin vacilaciones del amor que sienten por los colores que nunca quisieran abandonar. Así está montado el circo.

Pese a que el aficionado de a pie clame por un fútbol más límpio y honesto, la verdad se impone incontestablemente y el volúmen de negocio es tal que la ‘palabra dada’ cotiza a la baja. Analizando el culebrón de las últimas jornadas con la marcha de Roberto Soldado a Londres, es absolutamente evidente que flotan en el ambiente más mentiras que verdades porque no resulta creíble ni una parte ni la otra.

El presidente ha jugado hábilmente el papel de Robin Hood contra el ‘Imperio de los Palitroques’ pero no hace mucho se la tragó doblada con la renovación de Mathieu y nada se filtró aquellos días acerca de comisiones. Y el futbolista ha terminado entregándose sin ambages al Tottenham (un serie B en la Premier) cuando no hace demasiado tiempo suspiraba por acabar su carrera en Valencia.

Además lo ha hecho pegando un portazo demasiado ruidoso cuando podía haberlo hecho elegantemente. Al fin y al cabo, todos tenemos claro por dónde se pasan todos el escudo cuando aparece el maletín de la pasta, pero hay formas y formas de marcharse. Juan Mata se fue por los mismos motivos pero de manera bien distinta.

Si -en lugar de quedarme en el culebrón de la última semana- trato de ver un poco más lejos, veo un pasado en el que los clubes multiplicaron por cien los ingresos por la irrupción de los distintos operadores televisivos. Parecía por aquel entonces que había llegado el maná y que se había encontrado la gallina de los huevos de oro. Pero han pasado 20 ó 25 años y nos encontramos con una realidad incontestable: los clubes están más arruinados que entonces, los operadores televisivos al borde de la quiebra y en este negocio los que siguen llevándoselo crudo son los futbolistas y sus agentes. Algo que no creo que vaya cambiar ni Amadeo Salvo ni el mismísimo Robin Hood.

Todo lo demás, «que él me dijo», «que yo le dije», «que le cojas el teléfono a Miguel Angel», «que este es el equipo de mi vida», «que yo me ‘meo’ a estos representantes porque son amigos de fulanito», etc, etc, etc. Pura palabrería.

Ni Snowden, el extécnico de la CIA afincado en la terminal de tránsito del aeropuerto de Sheremétievo, podría descifrar los engaños del fútbol por mucha información clasificada que pueda controlar. Al final la única verdad de todo esto es … el color del dinero y, en este caso, sin necesidad de descifrar grandes entuertos hay dos cosas claras que emergen altivas pese al manto de mentiras que intenta ahogarlas.

Soldado se va encantado porque va a ganar una fortuna y Salvo lo vende encantado porque el precio es asombroso.

 

Nacho Cotino (@NachoCotino)

Periodista

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