El fútbol está enfermo

El fútbol me enamoró de muy pequeño. Me encantaba bajar a la calle a jugar con mis amigos. Ahí todos éramos iguales. Ni ricos ni pobres, ni guapos ni feos,  todos con un mismo objetivo: ganar. Marcar el gol en esa artesanal portería con dos postes de piedras y un larguero imaginario que variaba dependiendo de la altura del portero. Me encantaba practicarlo, y me sigue gustando. Y también disfrutaba como un loco viendo partidos. En directo, la mayoría; en la tele, muy pocos.  Acudir al estadio era la mejor sensación del mundo. Regresar a casa con la victoria, la gloria.

Pero les digo la verdad: el fútbol, o mejor dicho lo que lo rodea, me empieza a dar bastante asco. Esta semana el Valencia ha vivido dos situaciones dantescas que demuestran que sólo el dinero y la necedad mueven este circo.

Por un lado el insulto a la razón vivido con la UEFA en el fallido viaje a Ucrania. Ya ni se respetan los muertos y el terror. El otro, más cercano, la burla grosera y dictatorial de la LFP, que ni es Liga, ni es de fútbol, ni es profesional. Cambiaron el horario del partido del Valencia en Vallecas sin que importase un pito el Valencia, sus aficionados o el respeto a una liga que esos necios han adulterado, manipulado y utilizado. No todo vale. Por eso aplaudo la decisión del Valencia de no acudir a la reunión de la Liga. Esta vez aplaudo a su presidente. Ya está bien.

Pero siendo asqueroso todo esto, lo peor pasó en un partido de Segunda División. Un chaval –Jona, creo que se llama- marcó un gol y dedico el tanto a los niños que sufren cáncer. No se lo dedico a su novia, a su grupo de rock favorito, a los amigos… No. Sólo a unos niños que luchan a diario, ellos y sus familias, por la esperanza de la vida, por lograr un día más, por mil sonrisas. La respuesta del fútbol ‘profesional’ es sancionarle con dos mil euros.

El fútbol no es lo que era, casi nada lo es. El fútbol se ha convertido en el peor reflejo de la sociedad. Los niños de 6 años ya juegan presionados por unos padres que trasladan sus miserias y sus enfados al partido de sus hijos. Ver un partido de ‘nanos’ y observar lo que sucede en las gradas es uno de los espectáculos más tristes del mundo.

El fútbol debe transmitir otros valores. Compañerismo, lucha, disciplina, pasión… todo en su justa medida. Al final, es sólo fútbol. Un deporte que permite todo lo expuesto anteriormente está enfermo. Y, por desgracia, la enfermedad apunta a ser terminal. Al tiempo.

 

Carlos Egea (@cegeavivo)

Periodista NOU Radio

 

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