El último Boy-Scout

Ofreciendo mis disculpas por anticipado por lo ofensivo de lo que voy a decir, quiero reconocer que desde pequeñito he tenido un mal rollo sociológico con los Boy-Scouts. Tal vez fuese por aquella definición que escuché un día y que hablaba de este movimiento como «Niños vestidos de gilipollas, mandados por gilipollas vestidos de niños» o, quizás, por esa estética paramilitar que subliminalmente me retrotrae a oscuras épocas pasadas, pero lo cierto es que siempre me han producido cierta grima.

La verdad es que había decidido otorgarle los cien días de cortesía al nuevo Presidente y su Consejo (si realmente existen y no son un holograma), pero uno lleva en su ADN ciertos cromosomas que le obligan a pegarle un puntapié al balón cuando lo tiene delante botando…. Y no, no han pasado ni siquiera dos meses, pero es tiempo más que de sobra para reafirmar mi opinión inicial sobre ese líder (carismático, profesional intachable y probo hombre plagado de virtudes y reconocidas sanas costumbres), que los patanes de siempre decidieron poner al frente de la nave valencianista con el único mérito del famoso «artículo 33″… ¡Pues sí, me declaro absolutamente anti Amadeo Salvo!

Y no va a ser simplemente porque desde el día de su puesta en escena me lo imaginara con un pañuelo anudado al cuello y un gorro con rabo de zorra colgando al más puro estilo «vestido de niño», ni siquiera porque tengo claro que no es el tipo de persona al que dejaría cuidando de mis hijos; sino porque me rebelo contra todo el poder impuesto, porque no creo en su mensaje grandilocuente pero vacuo y porque creo que es más de lo mismo de lo que hemos sufrido en los últimos años aunque esta vez venga envuelto en papel de Loewe y no de albal (o cerca) como en épocas pasadas.

Creo que Amadeo Salvo ha faltado al primer mandamiento de cualquier alto ejecutivo que se precie de serlo: la prudencia. Es tan imprudente que no fue capaz de esperar al final de Liga y ver cómo clasificaba el equipo antes de hipotecar el activo de su credibilidad enviando mensajes absolutamente utópicos a poco que se torcieran las cosas, como al final sucedió (efecto Rajoy creo que le llaman). Y hablo de imprudencia porque imagino que sabría las consecuencias de sus palabras porque, en caso contrario, deberíamos llamarle irresponsabilidad o ineptitud. Tener un Presidente lenguaraz, farandulero (entendido como tal su gusto por las redacciones y emisoras), amigo del photo-call y trilero, no sé a ustedes, pero a mí me causa de todo menos gracia.

Pero, a pesar de todo, creo que ha tomado dos decisiones inteligentes… La primera posicionar a Damiá Vidagany a un cargo políticamente tan importante como Jefe de Gabinete (el señor empresario no cobra, pero tiene secretario). Sé que no voy a ganar adeptos más bien al contrario, pero a mí la presencia de Damiá cerca de este señor me libera tensiones… El segundo acierto, obscurecido por su incontinencia verbal más propia de un fuego de campamento que del Presidente del Consejo y  por el juego de trile del «no saldrá y es innegociable pero me siento contigo a ver qué me cuentas», ha sido el más que posible traspaso de Roberto Soldado.

Sí, creo que el Presidente ha ejercido con responsabilidad y, como no podía ser de otra manera, ha seguido la estela de su antecesor tapando el desfase presupuestario con la venta de activos ante su ineficacia de generar recursos extraordinarios (si te vendes como Messi, 60 días dan de sobra para meter muchos goles)… Por cierto, ¿a nadie le sorprende la repentina desaparición del Sr. Aurelio Martínez en las últimas semanas justo cuando más a fondo hay que trabajar en la parcela económica?. La venta del 9 es fabulosa porque era un activo ya amortizado y porque ayuda a cuadrar las cuentas un ejercicio más, siempre y cuando no se cometa ninguna locura con los ingresos y se acierte con el relevo (Braulio es -más peligroso que- un mono corriendo por un campo de minas).

Y como este club no permite relajaciones, cerramos el capítulo de la venta de la última joya de la abuela que quedaba por expoliar y nos acercamos sin freno a la siguiente curva: la famosa Due Diligence… Evidentemente no tengo datos objetivos para dar una premonición con fundamento económico, pero sí presiento que los resultados de la misma van a ser poco halagüeños, más en la vertiente patrimonial que en la meramente de tesorería, y derivarán en un nuevo cisma societario a medida que se acerque el fatídico 27 de agosto (ojo a la potencial necesidad de una nueva ampliación de capital).

¿Y qué pasará entonces? Pues que tal vez los políticos de turno se darán cuenta que el único futuro pasa por una venta de la sociedad (en las condiciones que marque el mercado y no las impuestas por Bankia y G.V), que habiendo actuado como mandaba el sentido común tal vez no hubiese hecho falta traspasar a Soldado y que -¿por qué no?- a lo mejor incluso hubiésemos podido discutir a cualquiera de los equipos de moda alguno de los rutilantes fichajes que han realizado…

Muchos me seguirán llamando agorero y otros tantos pensarán que no merezco llamarme valencianista (es curioso vivir en un país donde puedes criticar y denostar al Presidente de turno de tu Gobierno, pero no opinar con libertad sobre el de tu club de fútbol), pero yo seguiré siendo un alma libre sin preocupación alguna por mi número de «followers» en Twitter y pensando que este túnel tiene una luz cercana muy brillante que me hará volver a disfrutar con el equipo de mi vida.

Por cierto, yo ya he renovado mi abono (y van 42 años)… ¿Y usted?

 

Santi Fernández (@santifernandezg)

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