Fe, esperanza y caridad

Llevo con sudores fríos varios días y me faltaba lo de ayer. Desde que acabó la Junta del martes/miércoles (finalizó de madrugada) me despierto sobresaltado: finalmente no habrá refinanciación y el Valencia se venderá no se sabe aún a quién. Salvo y Aurelio (especialmente el primero) prometieron, -emulando a la gesta de los últimos de Filipinas-, pelea y lucha hasta el final… “No nos rendiremos”, “no lo venderán Bankia o la Generalitat”, “Lo haremos nosotros” (los accionistas)… Y les aseguro que ver al equipo, que es lo que más nos debería importar, en partidos como el de ayer en el Calderón no me rebaja esta inquietud. Más bien al contrario.

En cualquier caso, para los que creíamos aún –quizá de manera ingenua- que la refinanciación era posible, se acabaron las esperanzas. Habrá que buscar inversor y, ya que estamos, en ello, confío en que al menos con esta operación el Valencia no lo liquiden como ha sucedido con RTVV… “No creo que se atrevan…”, me repito una y otra vez. “Aquí las instituciones sí tendrán la sensibilidad que les ha faltado en otros frentes”, me martilleo en el cerebro…

Como no queda otra, y fiel a mi filosofía de vida, sólo me queda extraer lo positivo. La junta me dejó dos sensaciones que me siento obligado a compartir. Por un lado, la mejor versión de un presidente, Amadeo, que acorralado y a la desesperada supo enganchar a la parroquia. Por otro, el poder de las nuevas tecnologías: el guantazo bancario llegó a través de Twitter y, en cuestión de segundos, todos los presentes sabían que de poco valía mucha parte de lo que sucedía en el Palacio de Congresos. Tanta urgencia, no me cabe duda, es porque la venta o el traspaso de la deuda está mucho más avanzada de lo que pensamos. No sé si tanto o más que el presumible adiós de Djukic, porque la digna primera parte del equipo dio paso ayer a un nuevo desastre (si arriba no tienes llegada y en defensa no estás al ciento veinte por cien, estás perdido) y de falta de actitud de un grupo que está más desahuciado que desquiciado.

Sólo me queda confiar que se cumplan con la sociedad las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Tengamos pues fe en que el que se quede el club no sólo lo vea como un negocio. Centremos nuestras esperanzas en que quien venga a invertir desee tener, además de un negocio, un proyecto deportivo potable y decente. Y, puestos a pedir, por caridad, que el desembolso de dinero (lo traiga quien lo traiga) sea rápido para que nos saque de la anodina temporada deportiva en la que estamos. Si lo de ayer ante el Atlético fue de pesadilla. La visita del Real Madrid, me da terror.

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