La cuchara de madera

Definición de la Wikipedia: «La cuchara de madera (‘wooden spoon’ en inglés), referido al Torneo de las Seis Naciones de rugby, es el término con el que se conoce al trofeo otorgado al equipo que al final de la competición no ha sumado ningún punto». Esa cuchara, parece, ha acabado recalando en Valencia.

No pudo ser. Nos las prometíamos felices con la maravilla que se inventó Banega disfrazado de Maradona, pero la armada blanquinegra no estaba destinada a luchar contra los elementos y nos pusieron palos en nuestras ruedas Champions en forma de silbatos, banderines y tarjetas. Todo eso, unido a un día de anuncio por parte de Negredo, nos manda a jugar la Eurocup del fútbol y ponernos en el vagón de segunda europea.

Para echar un poco más de sal en la herida, el idilio con el entrenador se corta cuando se destapa tirándose del barco en el momento menos oportuno, por muy fan de Gene Hackman o Al Pacino que pueda ser, generando una sensación de burla al escudo que portó Puchades. Donosti nos ganó la mano y la cuchara nos sabe amarga.

Los jueves no se hicieron para jugar al fútbol. Son días de conciertos, cenas con los amigos y provocaciones a la resaca del viernes. Y ahora serán de otra manera, con horarios imposibles para poder llegar entre semana a Mestalla. Veremos una lona y escucharemos una música diferente a la que sabemos todos. Será un estorbo en el día a día del balón hasta que no veamos de cerca Turín y tendremos que mendigar las migajas de los segundos de la basura en los NO-DO nacionales, tan dados a la bipolaridad balompédica.

Y todo esto, después de la enésima lucha entre los Montoyas y Tarantos de la familia valencianista, con conspiraciones palaciegas, confidencias regadas con vino y provocar un ‘o conmigo o con nadie’ muy numantino, pero menos épico y con tanto glamour como lo pueda tener una rata de alcantarilla.

Vamos, que han dejado los cimientos del club al mismo nivel que esos modernos de música pop-indie-o-como-se-llame han dejado a la paella. Con risas, alegrías, temeridades y una sensación de  ‘nos importa un bledo lo que venga después porque yo ya me los he llevado calentitos’, que al tipo de a pie, al que le cuesta un esfuerzo y muchos hervidos de patata sacarse el pase, le toca de manera poco gustosa la entrepierna.

Estos, los gestores salientes, han escenificado el saber cocinar, el tener sentimientos y paladar. Se han puesto y quitado ingredientes, o altos cargos directivos; han hecho sentir su voz ante micrófonos con más o menos afinación e incluso han llegado a ser mediáticos hasta rozar la parodia. Como aquellos con la paella.

Ya ves tú, qué requiebros nos traen las olas del Mediterráneo.

Pero siempre hay un cocinero dispuesto a poner las cosas en su sitio, quitar los ingredientes que sobran y llamar al pan, pan y al sofrito, sofrito. Presentar una receta como toca, con una correcta exposición, escandallo perfecto y hoja de ruta con los tempos de cocción adecuados para disfrutar del plato, de su elaboración y la necesaria tertulia de sobremesa. Y disfrutaremos de ello como toca. Repartiendo cucharas de madera. Las nuestras para comer y las de ellos como trofeo por no hacer nada.

 

Jose María Peris (@armariodesorden)

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