La voz del silencio

El silencio más absoluto como respuesta a los males del equipo y al ridículo sobre el césped. Nadie toma la palabra, pero en muchas ocasiones un silencio lo dice todo. Alguien tendrá, en algún momento, que levantar la voz… Y ya saben a quién me estoy refiriendo: al que manda incluso por encima de un Rufete que anoche fue protagonista al hablar en la previa del partido para la cadena que lo emitía en directo para España. Al que tiene todo el poder en sus manos para acabar de una vez con la lenta e insufrible agonía del Valencia de Miroslav Djukic.

Este Valencia volvió a dejar claro que sus aficionados ya no pueden acogerse ni a la ilusión en la previa. Este equipo no está hecho para que el entorno albergue esperanza. sólo dolor y mucha frustración hacia los jugadores pero, sobre todo, hacia un técnico idolatrado hace unos meses incluso en los peores momentos, y que ahora es el gran señalado por los numerosos males que se ven semana sí y semana también.

En el Calderón el entrenador parecía Diego Alves, dado que el portero era el único que chillaba, aleccionaba a sus compañeros y trataba de levantar el ánimo tras cada puñalada mortal del lado rojiblanco. La grada del Calderón gozó como viene haciendo desde que profesa el ‘Cholismo’, mientras que el medio centenar de valientes aficionados del Valencia penó el surrealismo en el que está instaurado el club desde hace ya mucho tiempo.

Nadie sabe descifrar todavía a ciencia cierta por qué no hablan los que más deberían hacerlo, los que tienen poder de decisión en el Valencia y eligen el silencio como compañero en este viaje a ninguna parte en el que está atrapada la entidad. Después del 3-0, los directivos que viajaron con la expedición abandonaron el campo de vuelta a la capital del Turia, mientras el presidente Amadeo Salvo hizo noche en Madrid antes de emprender este lunes un largo viaje a Sudamérica. Como tantas y tantas veces esta campaña, con cara de circunstancias tras una nueva humillación sufrida por su equipo. Tragándose muchas cosas que le hubiera gustado soltarle a la cara a los jugadores y el cuerpo técnico en su visita ‘express’ al vestuario minutos después del pitido final.

Allí se sabe que dio ánimos, pero no se puede confirmar que no le tirara de las orejas a la gran mayoría después de un nuevo feo a la afición, al valor más importante del Valencia. Esos que viajaron con la pequeña llama de ilusión en sus corazones imaginándose a su Valencia conquistando el Vicente Calderón como antaño, haciendo verdadero honor a la camiseta conmemorativa del doblete que volvieron a vestir por segunda semana consecutiva.

Por momentos el equipo dio la impresión de que se volvía a creer grande de verdad, pero sólo fue un amago. La gran mayoría de esta plantilla es pequeña, en el rendimiento futbolístico y en el apartado humano cuando algunos hicieron oídos sordos a las peticiones del delegado Voro para que agradecieran el esfuerzo realizado por los seguidores. Pero como en Elche, sólo una pequeña representación liderada por Paco Alcácer entendió la situación. El que no lo pilla es Djukic, con sus cambios y los mensajes erróneos que le manda a su plantilla cuando quita a un delantero por otro estando por debajo en el marcador.

Aunque a veces uno es capaz de entender tanto silencio. No hace falta que se digan las cosas para captar que la tesitura es dramática. Lo que pasa que si sólo grita la gente y nadie le hace caso el Valencia se hunde en la miseria, así que ya es momento de que los que deben hablar y no callar asuman que, en el Atlético-Valencia, todo el mundo vio -y que se me entienda la expresión- que un silencio dice más que mil palabras…

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