Like a Rolling Stone

No me gustan ni las listas ni las etiquetas. Siempre he pensado que las preferencias individuales, por muy minoritarias que sean, deben ser respetadas tanto como aquéllas que dictan la mayoría (muchas veces mediatizada) aunque ésta sea la que finalmente se lleve el gato al agua. Los debates siempre enriquecen y cualquier tipo de discrepancia llevada desde el respeto y soportada por argumentos y convicciones, hace que la conclusión salga fortalecida aunque sea sólo por la suma de las aportaciones de cada cual cuando, aún desde criterios diferentes, el fin que se busca es parecido.

Por desgracia, esta circunstancia no siempre sucede porque la pérdida de perspectiva y la falta de tales argumentos llevan muchas veces a la sinrazón y a vacuas discusiones baldías que no acarrean más que un poco de divertimento para ver quién mea más largo o, la mayoría de las ocasiones, un valioso tiempo perdido.

No obstante, y aunque uno siempre presume con gallardía de ir contra los dogmas, a veces los gustos individuales y los de la mayoría confluyen, no quedando más remedio que seguir la senda que marca el rebaño. A mí me pasó cuando la prestigiosa revista “Rolling Stone” eligió un himno compuesto por el Sr. Robert Allen Zimmerman en el “glorioso” 1.965 (no sólo porque naciese yo, que también) como mejor canción de la historia.

Ayer, escuchándola una vez más, comencé a pensar que tal vez Bob Dylan tenía ya claro lo que iba a suceder en nuestro VCF casi 50 años después. No es que la canción hable de temporadas frustrantes ni de procesos de venta, pero sí del ocaso de una chica que llegó a tenerlo todo y que el mal camino y las decisiones incorrectas la arrastraron a un punto de complicado retorno.

“Hubo un tiempo en que ibas muy elegante. Estabas en la flor de la vida, arrojando y lanzabas moneditas a los mendigos desde tu pedestal, ¿Recuerdas?. La gente te avisaba: “Ojo, niña, vas a acabar mal”. Tú pensabas que bromeaban, y te reías de todo el mundo. ¿Qué se siente? ¿Qué se siente vagando sin hogar, por todos ignorada, como un caso perdido?”

Nunca sabremos qué pasó finalmente con esta niña porque el genio de Minnesota no tuvo a bien cantárnoslo, pero sí me sirve la alegoría que subyace del título de la canción para imaginar un futuro cercano de rehabilitación y vuelta a unos orígenes que nunca debimos perder.

A pesar que las oportunidades de debatir han sido muchas durante estos últimos meses, llevo manteniendo una cautela autoimpuesta desde el principio del proceso de venta del VCF. No por falta de posicionamiento ya que nunca escondí mi simpatía e involucración en la propuesta que hizo en su día un grupo de valencianistas que defendieron antes que nadie la necesidad de una aportación de capital externo como única solución a los problemas financieros de la entidad, sino porque entiendo que elucubrar sin datos objetivos (dícese de aquéllos no filtrados y manipulados por cualquier parte interesada) era un ejercicio de venta ambulante y no de análisis serio.

Y no lo he hecho ni con los datos propios que podía manejar, ni con todos aquéllos que han ido apareciendo en los diferentes medios de comunicación; ni lo haré hasta que se sepan las tripas de las propuestas, porque no quiero ser partícipe de la ceremonia de la confusión.

Lo que sí tengo claro, es lo que quiero para mi VCF. A estas alturas de la película, lo que menos me importa es quién es el cabeza visible de cada opción finalista, ni tampoco en demasía los montantes que se puedan manejar de inversión en cada una de las propuestas. Son temas importantes, sin duda, pero no los que me pueden llegar a quitar el sueño…

Yo lo que quiero es que de este triste (por lo que tiene de pérdida definitiva el ya extinto sentimiento de propiedad) y bochornoso (huelgan razones) proceso de venta, salga un nuevo VCF libre de naftalina, de su pesada mochila financiera y con un proyecto perdurable en el tiempo.

– No quiero ningún atisbo de poso político, o de gente que haya sido designada graciosamente por políticos, en la propuesta ganadora. Ni pasado, ni presente.

– Cualquier reminiscencia subyacente del actual principal acreedor debe quedar eliminada una vez cancelados los créditos por la cantidad que se acuerde.

– Bienvenidos los empresarios, profesionales y/o valencianistas militantes que, desde la propuesta que finalmente se elija, sean capaces de gestionar el club con sentido común y rigor para llevar adelante un proyecto que pueda perdurar al potencial y no deseable capricho temporal del inversor de turno.

– ‘No’ rotundo a un mero cambio de acreedor. El mismo montante que se acuerde pagar a la entidad bancaria por la cesión de los créditos del club, debe ser empleado en un canje de pasivo por acciones por mediación de una ampliación de capital que sirva para limpiar los balances de la carga financiera.

– Quiero el mejor proyecto deportivo que el club se pueda permitir, basado en el rigor del equilibrio presupuestario y en la exigencia a sus profesionales. Los caprichos, si los hubiere, deberían estar soportados por un estudio económico que validaran el retorno del desembolso o avalados directamente por la propiedad.

Como ven, lo que pido es poco y nada raro, pero soy absolutamente consciente que estos deseos son una quimera que no se va a cumplir. Me gustaría pensar que quedan pocos días para que se acuerde por fin una solución de consenso que aúne a todos los sectores del valencianismo y que, de una vez por todas, podamos decir que no vamos a acabar como la chica de la canción.

Quisiera que el aficionado de a pie, sobre todo el nuevo al que aún debemos darle un empujoncito para fidelizarlo por completo, recuperase ese sentimiento de pertenencia que en los últimos años nos fue expoliado e, incluso en los últimos meses, restringido el legítimo acceso al mismo por el mero hecho de pensar diferente.

Pero no, si tuviera que apostar no tendría claro que este proceso fuese a llegar al buen fin que (casi) todos deseamos. Está demostrado que el agua y el aceite nunca fueron buenos compañeros de viaje, y en todo este proceso veo tanta confrontación de intereses y tan poco ánimo para llegar a un acuerdo, que mi confianza en que ambos elementos puedan ligar y desafiar a las leyes físicas, es nula. Lo que más temo es que la confrontación se radicalice y derive en un conflicto judicial que acarrearía, sin ninguna duda, la muerte agónica de la sociedad.

Señores, quedan pocos días pero aún están a tiempo de recapacitar y darle un sentido a todo este proceso por el cual ya nos han hecho avergonzar bastante. Déjense todos ustedes el ego y los intereses espurios en la puerta, discutan lo que tengan que discutir, pero salgan del sínodo con una solución que satisfaga a todas las partes y que, de una manera definitiva, cierre la puerta de este proceso deshonroso y bochornoso, para siempre.

Al resto de ustedes, a los que no tienen más culpa que haber nacido con un sentimiento a veces irracional pero siempre maravilloso como es el valencianismo, no tengo más que decirles que lo apuntado en el primer párrafo. En el VCF cabemos todos independientemente de los pensamientos individuales de cada cual. Nadie es más o menos valencianistas por pensar de una manera u otra. El sentimiento es algo personal, pero igual de válido es el del que lo expresa como el del que prefiere no demostrarlo…

Y no, no necesitamos que nadie nos toque la flauta cual “flaustista de Hamelín de todo a cien” porque Cenicienta ya ha despertado y es capaz por sí misma de cargarse al lobo y a la madrastra, mientras él se siente seguro en su ciénaga. Estamos en una fase en la que le damos más importancia a lo poco que nos separa que a lo mucho que nos une y, más que nunca, lo que se necesita es unión.

“When you got nothing, you got nothing to lose… Like a Rolling Stone!”

Foto: Rolling Stone

Santi Fernandez (@santifernandezg)

 

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