Manolo, gracias por todo

Se acabó. Nuestro Valencia no jugará la máxima competición europea el próximo curso. La afición de este murciélago, que lleva más de noventa años volando, tendrá que ver como la Real Sociedad se pasea en nuestro lugar por la élite europea. ¿Por qué? ¿Quién ha cortado las alas de nuestro vuelo? Parece que en esta ciudad nunca nadie asume responsabilidades.

La figura de un decadente Manuel Llorente, ya ex presidente del club, ha sido clave, ya que ha manejado la institución como si de Steve Buscemi en Atlantic City se tratara: sin nadie que le hiciera sombra dentro del consejo, haciendo y deshaciendo por su gracia divina. Primero contrató a un entrenador novato -desoyendo al secretario técnico, que es el que sabe de eso dentro de un club- y le regaló dos años de proyecto al frente de un ‘Miura’ como el equipo blanquinegro. Se vendió como un cambio ilusionante, y como aficionados huérfanos ávidos de ilusión ‘picamos’ como pardillos.

Pronto el barco se hundió. Y Mestalla no clamó contra el preparador, sino que sus iras se enfocaron en el César del club, cuyo pulgar hacia abajo selló el destino de Pellegrino. Entonces Braulio Vázquez hizo su trabajo –le dejaron hacerlo esta vez- y acertó con Ernesto Valverde, quien devolvió rápidamente a la afición algo que echábamos en falta: carácter, lucha, buen juego y sobre todo, resultados. Es decir, ilusión.

Este idílico paisaje acabaría desvaneciendose porque el jefe, teniendo la renovación de su técnico apalabrada, bajo la persiana y dimitió. Pero sólo una vez la Generalitat había empezado a intentar poner orden y dar viabilidad a lo que otros no habían logrado. No obstante, la anticuada guardia pretoriana siguió actuando desde detrás del escenario, disparando contra todo y todos tratando de alargar una muerte anunciada. ¡Incluso renovaron a un jugador sin tener potestad para ello!

Y para rizar más el rizo, la pasada semana el idolatrado Valverde intentó darnos una lección de valencianismo hablando de la “inestabilidad” del club, guerra de poderes y de desfile de proyectos mientras, de refilón, nos daba calabazas. Como a esa chica que lo da todo y a la que su novio, que no está del todo convencido, ‘planta’ a los pies del altar. Minutos antes de la ‘valverdina’, un viejo centinela de la causa como Vicente Andreu echaba verbalmente sala la herida minutos antes del partido decisivo, una vez le habían dado al técnico el empujón necesario para no renovar. ¿A alguien le importan las consecuencias de lo que ciertos actos provocan o sólo importan el ego y el reconocimiento? No señor, no puede ser. Esta institución es mucho más que eso.

Una semana después de la traumática velada de Sevilla, la afición y los periodistas que seguimos y sentimos al equipo miramos al futuro que nos dibuja Amadeo Salvo. Un porvenir renovador, novedoso y que nos da esperanza. Una ilusión lejos de las viejas glorias directivas de los últimos años que tan solo se han mirado el ombligo y nunca han trabajado por el bien común. El proyecto GLOVAL saldrá mejor o peor pero, por favor, dejen trabajar. El Valencia Club de Fútbol es un sentimiento que está por encima y es más grande que todos Ustedes.

 

Iván Carsí (@ICarsi23)

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