Me encantan las ‘paraetas’

Siempre le llamo ‘paraeta’. No me gusta el término kiosco. Son manías, la edad que diría una buena amiga, pequeña de tamaño pero buena de corazón. Ir a la ‘paraeta’ no es baladí, no. Es una tradición, una manera de enfocar la vida.

En la ‘paraeta’ pasas las etapas de tu vida. Primero cromos, luego tabaco, en verano helados, mas tarde la prensa, los coleccionables y acabas con ese diario que te identifica y que la mayoría de días es recogido por tu hijo porque el jodido paso del tiempo te hace olvidarte de casi todo, o de casi nada.

Tengo un buen amigo que tiene una ‘paraeta’. Se llama Goyo. Desde siempre los dueños de estas tiendas han sido gente muy informada, muy interesante. Recibían y leían la prensa y dominaban todos los temas posibles. Revistas, ofertas, chuches… su mundo era mágico, ya que igual le vendían a un niño de tres años que a un señor de noventa. El otro día charlamos un rato de todo. De la vida, del pasado, del presente. Pero ninguno se atrevió a hablar del futuro y del Valencia.

No lo había dicho todavía: Goyo es valencianista a muerte. De los que se priva de mil cosas para ir con sus dos enanos cada quince días a Mestalla. Es de los locos soñadores que compraron acciones de su equipo del alma y que fueron incapaces de mercantilizar un sentimiento. Y les aseguro que falta le hacía. Pero no fue un cínico, como muchos salvadores de la patria que se golpean el pecho cuando se enriquecieron por la locura de unos y la pillería de otros.

Goyo anda preocupado. Porque tiene 45 años y no cree en los mirlos blancos. Porque sabe que yendo muy bien las cosas, el Valencia cambiara de dueño y cambiara de sitio la deuda. No hay más. Nadie va a sacar de su bolsillo 250 millones de euros para algo intangible. Y sabe el motivo: porque si los tienen en su caja fuerte es debido a que no han cometido demasiadas locuras.

Así y todo, Goyo quiere -como la mayoría de valencianistas- que esto acabe. Que el club, esté quien esté, siga vivo. Él no apuesta por nadie, porque -insisto- quiere lo mejor para su Valencia. Está ilusionado porque cree que el que venga lo hará para servir, no para servirse.

Y en Goyo esta la gente buena del valencianismo. Los que se mueven por el corazón y la cordura. Los que están asustados porque los valores que conocieron de su tierra desaparecen ante el letargo generalizado y la indignación silenciosa.

Por este tipo de aficionados vale la pena luchar. Ahora sólo falta que todas las partes involucradas tengan un sólo objetivo no singular, sino el de salvar una entidad maltratada, humillada y vejada.

 

Carlos Egea (@cegeavivo)

Periodista NOU Radio

 

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