Mestalla, momentos imborrables

Hoy les voy a hablar de un libro que se presenta esta tarde en Mestalla. Algunos pueden pensar que se trata de una promoción personal. No es mi intención, les puedo asegurar. En realidad, este libro no es mío, aunque haya tenido el honor y la responsabilidad de aparecer como el autor. Se trata de una obra coral, escrita por miles de personas, anónimas en su inmensa mayoría; la grada de Mestalla, tan suya, peculiar, incomprendida, caprichosa y maltratada. Una amalgama de sentimientos y de pasiones, un elemento heterogéneo que lo ha visto casi todo.

El campo del Valencia ostenta el privilegio de ser el más antiguo de primera división. Noventa años cumplidos la pasada primavera, el 20 de mayo para ser exactos. Desde aquel partido que tuvo poco de amistoso y que inauguró un feudo con gradas de madera y terreno de tierra en 1923, se han ido acumulando los capítulos de una historia colectiva, en paralelo a la oficial, esa que figura en los anales, la que narra los vaivenes  competitivos. Pero resulta más fascinante la otra, la fundamentada en un sentimiento, la de una afición que se apasionó desde el primer día con un club y que se fue reuniendo en un escenario de resonancias huertanas al principio de su existencia, hoy rodeada de torres de viviendas y cruzada por avenidas. No queda rastro del primitivo Mestalla, engullido por el inevitable paso del tiempo.

Si acaso, queda un nexo de unión entre aquellos pioneros que acudían al campo luciendo sombrero y traje de domingo y los actuales aficionados, envueltos en camisetas de mil colores, con una bufanda al cuello, actitud más desenfadada y cantando letras de apoyo que exaltan un sentimiento de lealtad.  Mestalla es el santuario por excelencia del valencianismo, el foro de expresión, el termómetro que mide la temperatura de la pasión popular, el teatro de las ilusiones, no siempre satisfechas, el espacio para desahogar frustraciones, expresar el enfado o vibrar con momentos de gloria. De todo ha habido a lo largo de casi un siglo.

Pero, por encima de los avatares inevitables, permanecen en el recuerdo los instantes únicos, las sensaciones imborrables, el primer día, el del descubrimiento de un mundo fascinante que te atrapa, los reveses dolorosos, los goles inesperados que te devuelven la alegría, un sinfín de momentos que ejercen un magnetismo irresistible. Cada uno tiene su colección de ídolos, de manías, de preferencias. Se trata de una liturgia única que permite sobrellevar con mejor ánimo los varapalos que, en ocasiones, te proporciona la vida. La magia de Mestalla cura, al menos de forma pasajera, el desencanto por tanta injusticia y despropósito.

 

Paco Lloret (@pacolloret_)

Deportes7

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