Niñatos que ganan un millón de euros

Columnas como ésta que van a leer son las que, a corto plazo, tienen como coste no poder hacer determinadas entrevistas y convertirse en persona non grata en la Ciudad Deportiva de Paterna. Pero qué quieren que les diga, llega un punto en el que lo primero es la conciencia y poder decir/escribir lo que uno piensa. Como diría Pipo Baraja, me chupa un huevo.

Si los siguientes párrafos sirven para que alguien en el Valencia abra los ojos y acometa –de verdad- una profunda remodelación del vestuario, tendrá sentido que algunos personajes sigan sin ponerse al teléfono.

Mientras el club y su entorno mantienen la grandeza de sus casi 100 años de existencia –basta analizar las interminables colas que se formaron en Mestalla para adquirir los nuevos abonos hace unos días- la plantilla se ha empobrecido hasta niveles insospechados. Y no me refiero a calidad futbolística, que también. Hablo de personas, de madurez, de educación, de humildad.

El vestuario del Valencia ha sufrido una evidente involución cuya penúltima víctima es Miroslav Djukic. Él mejor que nadie podría explicar cómo eran las entrañas de Mestalla en la época de Cañizares, Carboni, Angloma, el Flaco Pellegrino, Ayala, Albelda, Baraja, Kily, Aimar, Angulo, Sánchez… Relean los últimos once nombres. Les garantizo que me han salido de carrerilla. Sin tener que forzar la memoria. Podría ser perfectamente una de las alineaciones de la mejor época reciente vívida en la Avenida de Suecia. No vayan a creerse que aquel equipo era precisamente una balsa de aceite. Había obleas, pero de puertas para dentro. La ropa sucia se lavaba entre cuatro paredes. Y si alguno se pasaba de la raya, era reprendido por el grupo.

Ésa es la principal diferencia entre aquel grupo y el actual. Aquel era un Valencia de hombres. Futbolistas de primer nivel con hambre de títulos. Gatos viejos con una hoja de servicios impecable que se mataban en cada entrenamiento por tener minutos. Rookies descarados que entendían y respetaban los galones pero cuyo único objetivo era la titularidad. Y lo más importante, el grupo por encima de todo. Una mentalidad colectiva a prueba de Zidanes, Ronaldinhos y Ronaldos. Un EQUIPO. Así, con mayúsculas. Un equipo campeón, además.

Este Valencia lo integran varios niñatos. Muchos más de los aconsejables. Jugadores que el martes bajan los brazos porque no llevan el peto de titular. Adolescentes mentales que ganan –en el peor de los casos- un millón de euros. Señoritos poco acostumbrados a pelear por conseguir objetivos que no sean una mejora de contrato o el pibón del garito de turno. Divos incapaces de digerir una crítica. Vedettes que imponen el veto a las primeras de cambio salvo a los integrantes de su cofradía de jesuseros. Podría escribir quince artículos para explicarles cómo se conducen en su relación con determinados medios de comunicación jugadores a los que Mestalla les ha venido grande no, lo siguiente. Y podría explicarles los motivos por los que algunos personajes se niegan a hablar con emisoras muy concretas: el carné de conducir de Feghouli, el control de alcoholemia de Parejo, el rendimiento mediocre de Víctor Ruiz, las salidas nocturas de Soldado, la vida ‘desordenada’ de Banega…

Podría. Pero creo que con uno es suficiente. Porque todo esto ustedes ya lo saben. Como creo que saben que hasta que no llegue el día que ese vestuario lo ocupen 23 hombres con mentalidad ganadora las únicas copas que vamos a ver son las que les pagan gratis a estos engañadores en las zonas VIP de las mejores discotecas de la ciudad.

 

Fran Guaita (@FranGuaita)

Cadena Ser

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