No hay más ciego que el que no quiere ver

Ha tenido que pasar medio siglo para que el Levante supere, en el arranque de la segunda vuelta de un campeonato, al Valencia en la clasificación y presuma de una octava posición que se ha ganado con enorme sacrificio.

No obstante, el Levante lleva superando al vecino en muchas otras facetas desde hace varios años ante la indiferencia mediática y la ceguera de una sociedad valenciana que busca soluciones para un Valencia que sigue viviendo como un rico de la Liga, sin saber cómo afrontará sus pagos en junio cuando no disponga del oxigeno que le ha proporcionado ese banco ‘abominable’ para un sector de Mestalla y rescatado con mis impuestos llamado Bankia.

Mientras el valencianismo se despelleja, el Levante es el único representante de la Comunitat que juega la Copa del Rey. Les prometo que esta noche en Barcelona se disputa la vuelta de los cuartos de final y aunque la eliminatoria está decidida, seguro que alguno se cambiaría la camiseta por tener la remota posibilidad de acceder a unas semifinales.

Las diferencias entre este Levante y este Valencia empiezan en los discursos grandilocuentes de un club y de otro. En Mestalla todavía sueñan con remontarle diecisiete puntos al Ahtletic de Bilbao y despertar al león dormido, mientras en Orriols sólo hacen las cuentas para asegurar la permanencia y jugar otro añito en Primera.

La Valencia futbolística catalogó como ‘milagro’ la presencia de los granotas en la Europa League y no les faltaba razón, aunque para mi lo milagroso será que el conjunto de Pizzi alcance la sexta plaza en esta temporada de ‘transición’ hacia lo desconocido.

Cada jornada el estadio Ciudad de Valencia presenta una mejor entrada y cada año aumenta su masa social, gracias a las numerosas iniciativas que no dejan dinero inmediato en la caja, pero que en el clausulado de variables del reparto televisivo supera en la clasificación de asistencia a otros estadios como Vallecas o Zorrilla. No hay puntada sin hilo y ese bocadito del pastel también se lo come el Levante. Mestalla, por desgracia, se vacía domingo tras domingo y sin la esperanza de recuperar al cliente.

En la contabilidad, el Levante ha adelantado el calendario de pago a sus acreedores ordinarios gracias a la exitosa venta de jugadores y saldará este capitulo en verano con el traspaso de Keylor Navas, mientras el Valencia lleva cinco temporadas desprendiéndose de sus mejores futbolistas para poder mantener el negocio abierto y sin saldar la deuda con su principal acreedor, al que además le pinta la cara y le grafitea sus cajeros.

Los dos clubes han perdido a sus grandes referentes, pero en Orriols todavía quedan algunos murciélagos que defienden el escudo con orgullo y transmiten ese sentimiento de cuna. ¿Quién es el icono de la plantilla valencianista? El fichaje estrella Dorlan Pabón ya se ha marchado a Brasil, Postiga valora irse a Italia y los de la ‘terreta’ están locos por emigrar ante el desconcierto que genera haber cambiado cuatro veces de entrenador y dos veces de director deportivo en 18 meses.

Pero el hecho que les hace completamente distintos en estos momentos son sus dueños. Las Fundaciones del Levante y del Valencia nacieron con el objetivo de salvaguardar el patrimonio de sus respectivos clubes y buscar soluciones para pagar los prestamos avalados por la Generalitat.

El Levante entendió desde el primer minuto que tenia que trabajar codo a codo con su Fundación porque el problema era común y lo que estaba en juego era la viabilidad de la entidad deportiva. El levantinismo asumió que la caótica gestión de Villarroel no podía ser financiada por los ciudadanos y que las consecuencias del incumplimiento recayeran sobre el Consell. A Quico Catalán y a José Manuel Fuertes, que también han tenido sus diferencias, les une una máxima que no es otra que tener la potestad de elegir al heredero/inversor que recibirá el legado granota de más de cien años de historia.

Sin embargo, el Valencia de Manolo Llorente y de Társilo Piles no lo interpretó así y pensaron que con los ingresos que generaría el nuevo estadio o algún otro pelotazo urbanístico pagarían la factura. Además, no supieron o no quisieron crear un entorno adecuado sin aspiraciones palaciegas como las que siempre ha perseguido Andrés Sanchis (Ausbanc) y los últimos coletazos de Salvo en defensa de no se que intereses, que han derivado en un proceso judicial encriptado por un aval y que han terminado por agotar la paciencia de Bankia, que en el plazo de un mes venderá el patrimonio de los valencianistas sin derecho a réplica.

Lo dicho, ahora en esta ciudad es mucho más fácil ser del Levante y no hay más ciego que el que no quiere ver.

 

Jose Manuel Alemán (@AlemanSER)

Radio Valencia Cadena SER

 

Los comentarios están cerrados.

Ir arriba