No nos queda sino batirnos

La frase se la adjudica Arturo Pérez Reverte a Francisco de Quevedo en las diferentes entregas de las Aventuras del Capitán Alatriste. El padre del conceptismo literario, a quien Reverte atribuye un carácter «peleón» en la ficción de sus novelas, no dudaba en tirar de esta frase para solventar cualquier cuita por mínima que esta fuera.

Y así podríamos resumir el partido del jueves para el Valencia. Noventa minutos a vida o muerte. A todo o nada. A ilusión desbordante por plantarse en una final europea o fracaso absoluto de una temporada para olvidar.

Con todo realmente en contra. Un resultado complicado, porque no nos engañemos, un 2-0 es complicado de levantar ante un Sevilla con una línea de ataque potentísima. Y aunque se obró el milagro ante los suizos, no se puede obviar que el once hispalense tiene mucho más empaque que el Basilea.

Con un equipo que transmite poco en lo futbolístico y con sus jugadores al límite físicamente, parece que Mestalla será el mejor de los factores del que pueda tirar mano el valencianismo para intentar la segunda remontada en la competición europea.

Por si todo ello fuera poco, el hombre más certero cara al gol no podrá estar. Ayer tarde la UEFA ratificaba la sanción a Alcácer refrendando una injusta tarjeta amarilla provocada por un acto antideportivo del portero sevillista Beto.

La UEFA, la que Jose María García definiera hace más de treinta años como «Unión Especuladora del Futbol Asociado» demuestra que lo sigue siendo. Que sigue viviendo de espaldas al mundo. Que igual te envía a un país en clima de pre-guerra civil a jugar una eliminatoria por su tozudez, como se empeñan en alardear de cuidar un «Fair play» al que luego le desgarran el aparato excretor premiando al rufián y desprotegiendo y castigando al inocente.

Y sinceramente, creo que (como nos contó Jaime Ortí por su experiencia vivida) el Valencia erró el tiro en el recurso. Porque a nadie pilla por sorpresa que la UEFA no rectifica sanciones. La única vía era haber denunciado la acción antideportiva de Beto para ver si UEFA sancionaba de oficio al portero sevillista por contravenir el «Fair play» que tanto dice proteger el organismo futbolístico europeo.

El Valencia jugaría la vuelta sin Alcácer, pero el Sevilla hubiera tenido que aguantar 90 minutos de presión con Javi Varas en la portería. Ese hubiera sido el primer gol blanquinegro de cara al jueves. Desgraciadamente era una evidencia que la amarilla no se la iban a quitar al delantero de Torrent.

Así que de este modo tan poco halagüeño se presenta el partido de vuelta. Está todo tan en contra que el sentimiento de indefensión va a provocar que Mestalla viva una comunión en la que se va a dejar la vida, las fuerzas y la garganta más que nunca. 50.000 almas y un sólo corazón empujarán para lograr otra reAmuntada.

Porque es el último tren de la temporada. Porque, parafraseando a Rafa Benítez, «nos quedan 90 minutos de aguantarnos». Y porque no queda otra: machada o fracaso.

No hay más posibilidades. No nos queda sino batirnos.

 

Manolo Montalt (@ManoloMontalt)

Director de La Taula Esportiva (NOU Radio)

 

Ir arriba