Nos quedan dos meses de aguantarnos (camino de Turín)

Después del momento de tensión vivido en el túnel de vestuarios, con los ánimos templados y Mestalla casi en silencio, la introspección de cada futbolista y de la cúpula directiva del Valencia entró en juego. Caras largas y gente pensativa. Sólo algún futbolista como Vargas, que se marchó discretamente del estadio -fue el último jugador en abandonarlo- se permitió una medio sonrisa cuando se le dijo que su nombre aparecía en el acta tras rociar con agua a varios rivales.

El mensaje de un apesadumbrado Pizzi en el tramo inicial de su rueda de prensa fue el clavo definitivo en el ataúd. El propio técnico se dio cuenta del discurso derrotista que transmitía y corrigió sobre la marcha para avisar de las consecuencias de ‘tirar’ la Liga y centrarse en la Europa League en caso de que el equipo caiga, a la postre, eliminado en Europa.

Porque esa es la sensación que se palpa en el interior de la caseta y en todos los estamentos de la entidad: el equipo, en su infinito transitar errático durante la presente temporada, lo ha fiado todo a la carta de Turín. La posibilidad de superar la eliminatoria ante el Basilea, plantarse en semifinales y tumbar a su rival para ganarse un billete a la final del torneo es la tabla de salvación a la que se aferra gran parte de la plantilla. El propio Pizzi y sus colaboradores no permanecen ajenos a esta circunstancia, aunque será difícil que en público se cambie el discurso del ‘partido a partido’ que tanto ha triunfado, por ejemplo, en el Atlético de Simeone.

En Europa a por todas… y en Liga, «dos meses de aguantarnos», como diría la frase hecha célebre por Rafa Benítez en abril de 2003. Siete jornadas por delante que, a efectos prácticos, van a ser un puro trámite. Una lectura dolorosa para un equipo acostumbrado en las últimas temporadas a pelear por sus objetivos hasta la última jornada -el año pasado en Sevilla, sin ir más lejos- y que parece abocado en la presente campaña a una insípida plaza en mitad de tabla.

Amadeo Salvo, el consejo de administración y la dirección deportiva mantienen una corriente de pensamiento similar: alzar el título de la Europa League en Turín borraría de un plumazo las malas sensaciones e irregularidad que el club ha dejado este año en prácticamente todas las competiciones. La situación societaria tampoco ha ayudado a estabilizar la nave: la comida organizada por el presidente la semana pasada con la plantilla, más que para unir al grupo, tuvo como objetivo tranquilizarles e intentar abstraerles de todo el ruido mediático y social generado por el proceso de venta del club, y la incertidumbre que ello conlleva.

En una jornada en la que Athletic y Sevilla habían perdido y Real Sociedad y Villarreal habían ‘pinchado’ mediante empates, el Valencia se la pegó en casa contra el penúltimo clasificado de la Liga, que llevaba quince jornadas sin conocer las mieles del triunfo. Lectura objetiva y cruel, casi tanto como los números: con 21 puntos en liza todavía, el Villarreal se ubica en la séptima plaza a nueve puntos, y Sevilla y Real Sociedad son quinto y sexto a diez puntos de distancia. Demasiada diferencia, muy poco campeonato restante.

Mientras los focos de Turín actúan como única iluminación de la senda valencianista, su participación liguera avecina claroscuros hasta mediados de mayo. Un papel en la línea del que ha desarrollado hasta el momento en el torneo de la (ir)regularidad, con dos entrenadores y una docena de altas y bajas en el mercado invernal desde que arrancase la temporada.

Foto: Lázaro de la Peña / VCF

Ir arriba