Obligados a entenderse

Fue una fiesta de valencianismo, de ilusión, de colorido. El aficionado disfrutó de momentos inolvidables y de imágenes maravillosas. Todo salió como se había preparado. Pero hay un pero. Es bueno que de los éxitos saquemos conclusiones buenas y malas. Y el golpe de efecto de Amadeo Salvo es populista, con sus pros y sus contras.

Cantera, precios mas bajos hasta en las cafeterías de Mestalla, ventajas para los mas necesitados… Todo muy loable, aunque creo que no es necesario publicitarlo -especialmente aquello referente a los aficionados con problemas económicos-. De momento, todo está gustando y el porcentaje de éxito hasta la fecha es muy alto. Y Salvo es consciente de ello.

Pero, como dije antes, hay cosas que siempre hacemos mal. No se lo que pasó con David Albelda y, es más, me importa lo justo. Seguro que el dirigente estuvo en su sitio y el jugador en el suyo. Que David ha tenido momentos desafortunados en sus 15 o mas años de valencianismo y que, como en el caso de Soldado, enseguida hemos querido partir a la afición los que estaban a favor y los que lo estaban en contra. No es justo.

Albelda -el futbolista, que es por lo que yo le juzgo- ha dado al Valencia enormes momentos históricos. Se puso la faja de la valenciania y la defendió. Fue critico con los medios nacionales y le costó caro, pero siempre por defender su escudo. Cuando decía lo que queramos oír, era el mejor… y cuando no, pasó a ser para algunos un apestado. Pues no. Nadie puede tener queja de la creencia de David en el proyecto de su pueblo. De la entrega descomunal en el campo, de la sonrisa en la victoria y del dolor en la derrota.

Esta sociedad, la nuestra -y no pasa solo en el fútbol-, no sabe decir ‘hasta luego’. Se pierde en batallas innecesarias con fines estúpidos. No sabemos homenajear a los que nos hicieron importantes. Así es muy difícil ser justos. Todos tenemos en la memoria la imagen de ese avión aterrizando con la ‘senyera’ y un capitán orgulloso del triunfo de una cultura, de un escudo, de una lengua, de un equipo en mayúsculas. Y ese capitán se marcha, como tantos otros, por la puerta de atrás. En el silencio mas doloroso. Con la tristeza como única compañera.

El valenciano es fiel y noble por naturaleza. Capaz de quemar todo el trabajo de un año e ilusionarse en un segundo. Seamos justos y olvidemos lo que nos hizo daño. Albelda le ha dado al Valencia mil veces más que todos los dirigentes que recordemos. Un club es grande porque logra ser respetado. Respetemos, pues, a los iconos. Porque, de lo contrario, esta falta de valores se volverá un día en nuestra contra. El club, como dijo alguien, está por encima de todo y de todos. Y por eso debería buscar una solución a esta situación tan espinosa.

 

Carlos Egea (@cegeavivo)

Periodista TVV

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