Semanas sin fútbol como ésta te pemiten parar, reflexionar, dar un paso atrás o a un lado y observar la realidad con perspectiva. Estos son los días en los que se habla del estadio -hurra por esa reducción de aforo para abaratar costes-, de renovaciones -yo también le ofrecería seguir a Alves– y sobre todo de movimientos sociales y económicos en torno al Valencia yo haría lo que fuera por democratizarlo-.
Todo este batiburrillo de temas me hizo formularme las siguientes preguntas:¿qué es el Valencia? ¿Y de quién es?
Está claro que no es sólo un equipo de fútbol, porque también son los aficionados que lo siguen, como aquellos que desafiando las adversidades siguen inaugurando peñas como la de Gandía el pasado martes.
Pero también el Valencia son los que no comparten lo que sucede, y que se unen en foros como «Fem Valencianisme» para aportar otro punto de vista a lo que pasa.
El Valencia también es la gente que lo forma, su presidente, sus trabajadores. Vamos, los que están; los que estuvieron, los que quieren estar y también un poco los que han decidido irse como Rami -‘bon vent…’-.
De lo que no me cabe duda es que el Valencia también es un poquito de todos los que alguna vez pensamos en él. Es lo que cada uno en nuestro interior sentimos que es. Y esa parte del Valencia no tiene reglas impuestas, no sigue patrón alguno, ni se guía por otro interés que el propio. En algunos casos es un trabajo, en otros el club de un padre, en muchos el legado para unos hijos, casi siempre la bandera que uno defiende en el bar, aunque después en casa rabies porque han hecho mal esto o aquello o porque simplemente no hubo suerte y la pelota no entró.
Ahí, no importa quién tiene más acciones o si la deuda es ésta o aquella -aunque todos sepamos que reducirla es vital para la supervivencia del club-, porque lo más grande de todo es que el Valencia se ha convertido en una forma de entender la vida para miles y miles de personas. Tengo amigos que, cuando el Valencia pierde, se van a la cama sin cenar. Gracias a eso y que ha sido un poquito de mucha gente, ha sobrevivido cien años. Por ello, ahora que está en juego quién es el propietario y quién lo va a ser, tengamos la mente fría para que dure otros cien más como mínimo.
Periodista NOU Radio