Resacón en Mestalla

No hay manera de librarse de este constante resacón en el que está instaurado el valencianismo, todavía sufriendo las consecuencias de la borrachera de ilusión que cogió durante el verano. Porque al igual que los protagonistas de la exitosa película de Hollywood, el Valencia no hace más que salir de un lío para acabar en otro.

Es lo que ocurre cuando no se sabe lo que se hace, al haber perdido el rumbo. Y las consecuencias de este resacón las pagan los de siempre, los aficionados. “Jugadores, mercenarios”, “esa camiseta, no la merecéis”, “más cojones y menos millones” o “queremos once Carbonis” son algunos de los cánticos que la Curva Nord le dedicó a los futbolistas durante los 90 minutos, jugadores aletargados en los que sólo Javi Fuego y Hélder Postiga demostraron algo de carácter sobre el césped, los únicos en todo el estadio hasta que despertó la afición.

Y su despertar fue muy duro, como el de todas las resacas, primero con síntomas de molestia, y más tarde con un monumental cabreo antes de marcharse a casa. El cabreo comenzó con los futbolistas, pero acabó girándose hacia el palco, donde los Salvo, Braulio Vázquez y Luis Cervera aguantaban como podían los claros gestos de decepción de los seguidores, viviendo la peor resaca posible. Algunos ni tan siquiera aguantaron hasta el final, aplaudieron el último gol y cada cambio del Swansea hasta marcharse a casa en busca de un remedio a su dolor de cabeza.

Djukic no parece encontrarlo, quieto y de pie sobre el banquillo, con la mano en la barbilla y muy pensativo, viviendo su primera pitada en el coliseo valencianista cuando quitó a Fede para meter a Ricardo Costa tras la expulsión de Rami. Parecía que había pasado un año desde la pancarta de apoyo al entrenador serbio mostrada por la Curva Nord antes de comenzar el partido, porque la noche derivó en críticas e insultos hacia la plantilla y el palco.

La única muestra de cariño en toda la noche llegó de parte de un  niño, protagonista del choque al saltar al césped cuando se pitó el descanso para abrazar a Canales. La ilusión de los más pequeños todo lo puede, incapaz de apreciar la enorme cogorza que tiene su equipo del alma. Fue lo único entrañable de otra noche de terror para el Valencia, una velada en la que durante diez minutos en el inicio del segundo cuarto se ausentó la famosa grada de animación del coliseo blanquinegro, hastiada por lo que estaba viendo en directo.

Desde el palco lo sufrieron los directivos, pero lo observaron con más decepción ex presidentes como Jaume Ortí y Pedro Cortés, el ex valencianista Pablo Hernández y el director deportivo del Atlético de Madrid, José Luis Pérez Caminero, que acompañado por otro miembro del club rojiblanco como Juan Vízcaíno, fueron testigos de excepción en la noche donde se rompió la magia, el amor entre el Valencia y una afición deseosa de ver cumplidas las promesas del verano.

Los únicos que vivieron una dulce resaca fueron los miles de aficionados del Swansea City que tomaron Mestalla y sus alrededores antes, durante y después del partido. No pararon de animar ni un solo momento, algunos de ellos más bebidos de lo debido, que se fueron a casa a disfrutar de su borrachera junto a una histórica victoria del Swansea.

Eso sí, fue casi imposible oírles tras el choque, la afición del Valencia no lo permitió. Y eso que el club subió al máximo la megafonía con el himno para que no retumbaran tan fuerte los gritos y reproches de los seguidores valencianos, que como muestra de su gran deportividad despidieron con aplausos al Swansea.

A sus futbolistas pañolada e insultos, el cierre previsible a una noche que confirmó el estado de nervios en el que vive instaurado el proyecto de Miroslav Djukic. Otra mala jornada, llena de acciones indebidas y para casa con una buena resaca, sólo que en algún momento tocará ponerle fin a este despiporre.

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