Sevilla marca el final de una era en el Valencia CF

El desplazamiento fue abundante en cuanto a anécdotas y momentos significativos, pero un relato como este no tiene sentido sin hacer alusión a los corrillos y comentarios a media voz que desprendían algunos directivos a mediodía en el hotel del equipo. «No va a seguir», comentaba uno de ellos lacónicamente. Las horas, por desgracia, acabarían dándole la razón.

El terremoto tuvo lugar pasadas las ocho de la tarde. Los compañeros de El Correo desvelaban las intenciones de Valverde, y el presidente en funciones poco menos que oficializaba su adiós de manera pública al declarar en una entrevista que ‘Txingurri’ había comunicado a los futbolistas minutos antes del arranque del partido que no iba a continuar al frente del equipo.

El cosquilleo y nervios previos a un partido decisivo cambiaron de repente: tras las palabras de Vicente Andreu, una sensación de orfandad y desasosiego invadía a los enviados especiales. Mientras, en la grada, los aficionados desplazados a Sevilla permanecían ajenos a todo y seguían coreando aquello de «¡Valverde, quédate!» Alguno debía estar escuchando la radio y se enteraron de la noticia, porque dichos cánticos cesaron en la segunda mitad.

Luego pasó lo que pasó sobre el césped. Empleados del Valencia «alucinaban» con los penaltis no señalados y la infame expulsión de Jonas a cargo del aragonés Clos Gómez, otro trencilla indigno y que se suma a la lista negra de los Florian Meyer y compañía. El Pizjuán, que había empezado de uñas la velada con gritos contra Del Nido, acabó disfrutando de una fiesta inesperada con un bonito colofón destinado a la figura de Andrés Palop. La fiesta que estaba predestinada para los valencianistas acabó teniendo color hispalense.

Será difícil ver a un entrenador de élite con el semblante tan abatido como el que presentaba Ernesto Valverde al penetrar, acompañado del director de marketing Damià Vidagany, a la coqueta sala de prensa de Nervión. Traía consigo un papel, quizá para ayudarle a recordar todo lo que quería expresar ante los medios. Arrancó calificando el marcador de «injusto» y analizando los condicionantes arbitrales que afectaron a sus futbolistas, pero pronto se centró en el asunto verdaderamente importante.

Mientras hablaba y explicaba sus motivos para dejar el Valencia, ‘Txingurri’ batallaba con su particular nudo en la garganta. Quizá fue la rueda de prensa más larga de un técnico visitante en la historia del Ramón Sánchez Pizjuán. Las redes sociales bullían de actividad tras escuchar al cacereño, al igual que había sucedido antes del partido. Poco importaba ya: Ernesto había tomado una decisión, y esta era firme.

No obstante, este tipo de pasos requieren de un fuerte apoyo mental para sobrellevarlos. Y Valverde decidió buscar la reconfortante voz de su mujer y sus hijos, aunque fuera a través del teléfono móvil. Refugiado junto a una de las columnas del Pizjuán y en cuclillas buscando una pequeña burbuja de intimidad, el técnico pasó unos minutos junto a sus seres queridos. En el habla se le notaba todavía la amargura del trago que acababa de pasar.

El silencio fue demoledor en el autobús que llevó a consejeros y periodistas al aeropuerto. Y allí, más imágenes para el recuerdo: pese a que Valverde se apartaba del grupo para vivir en soledad los momentos posteriores al batacazo en Nervión, Vicente Andreu quiso acercarse para preguntarle por su estado de ánimo. ‘Txingurri’, con una media sonrisa, aceptó la presencia de su presidente, quien se sentó en su misma mesa a conversar con él.

Poco a poco fueron llegando otros consejeros para infundir ánimos al técnico, además de miembros del departamento de prensa, también hundidos por la no consecución de la cuarta plaza debido al tremendo esfuerzo desplegado en redes sociales e iniciativas de comunicación en los últimos dos meses.

El corto trayecto desde la escalerilla del avión hasta el asiento supuso un discurrir contínuo de caras, gestos y sensaciones. El ex jugador Fernando Giner estaba ausente, muy ‘tocado’ por la derrota y todo lo que había envuelto al partido. Algún trabajador del club desvelaba que, más allá de la Champions, lo verdaderamente doloroso era perder a un entrenador que había entrado con muy buen pie en todos los estamentos de la entidad.

En cambio, la bipolaridad era la tónica predominante en algunos casos concretos. Soldado, por ejemplo, cojeaba ostensiblemente por la tremenda patada que padeció en el primer tiempo y que Clos Gómez no interpretó como penalti. El atacante, que acabó el partido muy dolorido, mostró a algunos de sus compañeros la brecha que los tacos del jugador rival le había abierto en el tobillo. El ariete estaba para pocas bromas, al igual que la gran mayoría de futbolistas, muchos de los cuales se refugiaron en el mundo familiar de sus enormes cascos y reproductores MP3.

Todo lo contrario ocurría con otros miembros de la expedición que hojeaban despreocupadamente la prensa digital a través de sus móviles o ‘tablets’. Podría ser que la procesión fuera por dentro, pero la diferencia en el estado de ánimo con respecto al grueso de la expedición no dejaba demasiado espacio a la imaginación.

Al aterrizar en Valencia, estampas similares. Valverde se debatía en la soledad o la compañía; también, en decidir si el lunes se despide públicamente de la afición a través de una comparecencia pública o a través del club. La última imagen significativa tenía lugar al filo de las dos y media de la madrugada, en un corrillo formado por el ‘Txingurri’, el director deportivo Braulio Vázquez y el director de marketing Damià Vidagany. Sus rostros eran un poema, las caras quizá de los tres empleados del club más afectados por el varapalo.

Puede que el partido de ayer supusiese el fin de la era Valverde, o el fin de la era Champions de un Valencia que llevaba tres años de forma consecutiva sacándose el billete para dicho torneo. Pero también supone el fin de una era en lo que respecta a un modelo de gestión. El lunes, el actual consejo presentará su dimisión. El martes, tras la Junta, arrancará un nuevo Valencia CF.

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