Una noche de abril en Mestalla

Aún no había cumplido los veinte años, cuando fui testigo de la mayor remontada jamás protagonizada por el Valencia a lo largo de toda su historia. Mestalla fue el escenario de una inolvidable goleada al Barcelona en la Copa del Rey. En la ida, los catalanes se habían impuesto por 4-1. En la vuelta, los pupilos de Pasieguito obraron el milagro y vencieron por 4-0 en la prórroga. Por entonces, los goles marcados fuera no tenían valor doble. Darío Felman fue el autor del tanto que proporcionó la clasificación a cuartos tras una memorable acción individual de Mario Kempes. Aquello fue la locura. Dos meses después, el Valencia se plantaba en la final y conquistaba el título.

Ya sé que nada es igual, que ahora el fútbol y su entorno han cambiado demasiado, pero evocar aquel maravilloso recuerdo sirve de inspiración ante el partido ante el Basilea. La historia dice que jamás los valencianistas han podido superar una diferencia adversa de tres goles en torneos europeos. Una vez estuvieron a un paso tras igualar un 4-0 en contra para, a continuación, caer en el tiempo suplementario frente al Sporting lisboeta.

Lo cierto es que al margen de precedentes, el encuentro frente a los suizos de mañana adquiere un carácter trascendental debido al momento por el que atraviesa la entidad. El frente europeo supone el último aliciente deportivo del ejercicio. Si no se produce el milagro de la clasificación para las semifinales, nos aguardan días muy complicados.

Me gustó el discurso de Pizzi nada más acabar el partido liguero de Valladolid. Por la forma y el fondo, el entrenador expuso de forma coherente la obligación de intentar la proeza y de poner toda la carne en el asador. Por muchas razones, el Valencia está obligado a dar el do de pecho y luchar al máximo de sus posibilidades. Estos partidos tienen un ritmo frenético, se rompen en un abrir y cerrar de ojos, encienden la pasión en la grada y suponen una fuerte descarga de emociones.

No quiero vender humo ni convencer a nadie de una realidad diferente: este equipo, por desgracia, anda limitado de recursos y ha perdido potencial. Pero la mayor grandeza del fútbol es su sorprendente capacidad para que se haga posible lo que parecía imposible. Yo, de usted, no me lo perdería. Por si acaso.

 

Paco Lloret (@pacolloret_)

Deportes7

 

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