El fin del trabajo como lo conocemos

El mundo ha cambiado irremediablemente. Los trabajos para toda la vida son poco más que un espejismo del pasado, y la fidelidad empresa-trabajador empieza a convertirse en una utopía. Está en nuestra mano el seguir lamentándonos amargamente por ello, o aceptarlo y tomar el control de nuestra vida profesional.

La época ¿dorada? que vivieron nuestros padres en las que uno empezaba a trabajar en una empresa y se jubilaba en esa misma empresa ha muerto. Y aunque sin duda tenía un elemento muy positivo en cuanto a la tremenda estabilidad que dotaba al empleado, también implicaba algunos puntos oscuros, ya que el trabajador sólo conocía un entorno y una forma de hacer las cosas.

La nueva realidad es bien diferente: empieza a ser poco habitual que un empleado dure más de 5 años en un puesto… y no siempre porque la empresa haya tomado la decisión de prescindir de sus servicios. Aunque a raíz de la crisis se ha reducido, la realidad es que somos menos conformistas y más dados a la movilidad laboral: ya no nos aguantamos con un trabajo que no nos haga felices o con un sueldo que no cumpla nuestras expectativas.

Y qué decir de la movilidad geográfica. Antes era habitual que toda tu carrera profesional se desarrollase en una misma ciudad, y tu vida laboral se restringiese a unos 100 km alrededor de tu casa. Sin embargo la globalización (afortunadamente) ha cambiado eso, y nos ha empujado a salir “de nuestro pueblo”, a conocer otras formas de trabajar, otras perspectivas e idiomas… algo que creo es enormemente positivo, ya que no hay nada que abra más la mente que la diversidad.

Esa relación de fidelidad eterna empresa-trabajador ha sido rescindida… por ambas partes. Ni las empresas pueden permitirse una fuerza laboral estática que no se pueda adaptar a los cambios en la demanda ni los trabajadores están dispuestos a estar toda la vida haciendo lo mismo (y cobrando lo mismo).

Y creo que en cierta medida es positivo este cambio, ya que nos permite crecer más como profesionales, buscar el trabajo que realmente nos haga felices y con el salario adecuado…aunque tiene su lado oscuro: ha habido varios abusos que se han producido en ciertas empresas a raíz de la crisis y que han aprovechado para exprimir sus plantillas, pagar menos y exigir más, ahondando en el enfoque cortoplacista que nos ha traído aquí…. porque como siempre he dicho “si pagas con cacahuetes lo que consigues son monos”.

La vida laboral de nuestros hijos será muy diferente de la nuestra. Todo apunta a que las empresas seguirán reduciendo sus plantillas, quedándose con una expresión mínima de empleados directos… que se encargarán de gestionar fuerzas laborales de profesionales independientes, ágiles y adaptables a la demanda del mercado.

Y esto es un grave problema si aspiramos a seguir teniendo un empleo tranquilo y con cierta estabilidad, aunque ello implique trabajar en algo que no amas y sin la remuneración adecuada…  pero hay otra opción: debemos tomar ya por los cuernos nuestro futuro profesional y prepararnos para el futuro. Un futuro donde cada pocos meses trabajarás en un proyecto nuevo. Con un nuevo cliente. Donde los horarios para bien o para mal los decidirás tu. Donde tu marca personal será decisiva a la hora de conseguir nuevos trabacompetitijos. Y donde tendrás que seguir formándote. Siempre.

Es un mundo diferente, con mayor incertidumbre, más competitividad y presión… pero también más divertido, y más enriquecedor. En el que en lugar de tener un jefe al que obedecer tendrás 20 o 30 clientes… lo que implica que si no te gusta alguno los podrás “despedir”. Y donde cada día aprenderás cosas nuevas, conocerás a otras personas y crecerás profesionalmente.

Te guste o no, el mundo laboral ha cambiado irremediablemente… así que mejor cambiar ya con él, ¿no?.

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