¿Por qué a las empresas les cuesta tanto innovar?

A las empresas les cuesta innovar. Es un hecho que, salvo algunas honrosas y destacables excepciones, cuanto más tiempo lleva en el mercado una organización, más lenta y burocrática se vuelve… pero ¿por qué?

La respuesta a esta pregunta nunca es fácil, y existen numerosos factores que hacen que una empresa que nació innovadora y valiente se convierta en un elefante que cuesta mucho mover… pero gran parte del origen de estos problemas para mantenerse competitiva y rápida los podemos encontrar en la naturaleza humana:

  • Mantenerse al día, seguir innovando y creando valor a los clientes supone un esfuerzo duro y constante que a menudo no tiene un retorno inmediato, lo que nos lleva a permanecer cómodos en nuestro papel actual
  • El buscar nuevas ideas y propuestas pasa por cuestionarse el propio papel de la empresa en el mercado, y las “verdades” que hace tiempo consiguieron que la empresa triunfara… algo complicado y que requiere una visión crítica que a menudo no encaja con la estrategia actual
  • El modelo competitivo de hoy, muy enfocado a reducir costes y pelear en precio, no incentiva más innovaciones que aquellas que incrementalmente sirven para optimizar los márgenes del producto existente
  • Derivado de lo anterior, y dado que existe un grupo de productos que a día de hoy son rentables y mantienen la cuenta de resultados de la empresa, el incentivo para explorar, algo tremendamente improductivo a corto plazo, es bajo
  • Las personas que toman decisiones en la empresa pisan poco el mundo real, y desde sus despachos toman decisiones basadas en números e intuiciones, no en mirar al cliente a los ojos, escuchar sus problemas y entender sus necesidades.

En la práctica todo lo anterior sedimenta en el cuestionamiento de cualquier actividad que no tenga un ROI claro y medible… lo que es clave en proyectos de “ordeñar la vaca” pero penaliza los proyectos de exploración, de búsqueda de nuevos productos, algo que por definición tiene un altísimo grado de incertidumbre.

Si a esto le unimos una creciente “burocracia innovadora”, que obliga a pasar por interminables y tediosos filtros cada nueva idea, donde se las mide y compara con lo que hace la empresa a día de hoy (lo que no parece muy lógico si lo que queremos es buscar nuevos planteamientos)… el resultado es tristemente común: el empleado innovador (o intraemprendedor) se desmotiva, y decide que proponer nuevas ideas no vale la pena.

La primera barrera a la innovación no son los costes, ni la tecnología ni la mala marcha de la economía: es la visión conservadora y continuista que tiene la empresa de sí misma y de su papel en el mercado. Así que lo primero que debemos hacer si queremos innovar es decir adiós a los viejos buenos tiempos, atrevernos a equivocarnos y no obsesionarnos tanto por el corto plazo… algo fácil de decir, difícil de hacer, pero imprescindible que asumamos ya.

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