Bravo, doña Gabriela

1.453 millones de razones para el crecimiento del nacionalismo valenciano

Ayer teníamos noticia de la publicación del informe del Ministerio de Hacienda “Sistema de Cuentas Públicas Territorializadas” y el panorama no puede ser más desolador… El informe contempla datos de 2012, pero la situación a fecha de hoy no cambia demasiado. El titular de esta cartera no podía ser otro que el chulesco Montoro, aquel que amenazaba con hacer públicas las declaraciones de IRPF de la gente de la cultura, como si el ministerio fuera un chiringuito propio o como si le diera igual saltarse la ley de protección de datos en beneficio particular. Lo peor de todo y al margen de estos personajes que pasaran para tranquilidad de todos, es que el informe evidencia la infrafinanciación de los valencianos, y eso no es discutible, no es subjetivo, son número fríos. Las cuentas dicen que el Pueblo valenciano tiene un saldo fiscal negativo con el Estado de 1.453 millones de euros, o lo que es lo mismo, el 1,48% de nuestro PIB, es decir, la insoportable cifra es la diferencia entre lo que se nos recauda en impuestos a los valencianos y lo que las arcas públicas españolas aportan a nuestra economía. Para hacer los números más claros, España nos debe anualmente a cada valenciano 284€. Todavía resulta más sangrante la cosa si tenemos en cuenta que nuestra renta per capita está por debajo de la media española, por lo que constitucionalmente deberíamos recibir mayor inversión. Y luego dicen que las leyes están para cumplirse, serán las que al partido gobernante en Madrid le interesen. A todo esto, además, deberíamos añadir las infraestructuras que se realizan en otras CCAA y que paga el Estado, mientras que aquí lo hace la Generalitat, las aportaciones de Madrid a instituciones culturales que aquí solo pagamos los valencianos (el Palau de les Arts frente al Liceu de Barcelona, por ejemplo), las leyes estatales que favorecen la financiación de ciudades como Madrid o Barcelona en detrimento del Cap i casal (como es el caso del transporte público de las primeras que subvenciona el Estado) y así seguiríamos con una lista inmensa de agravios económicos, de los que pasaríamos a culturales o de infraestructuras para las que nos faltarían megas de almacenamiento en nuestros servidores.

La situación no es nueva, llevamos demasiado tiempo soportando el actual modelo de financiación que nos impide mantener con mayor esfuerzo que a otro ciudadano español el estado del bienestar. De ahí viene la reivindicación de un cambio de modelo de financiación y de la deuda histórica, es decir, multipliquen los 1.453 millones de euros desde el establecimiento de la autonomía valenciana, allá por 1982, por cada uno de estos 33 años y verán todo lo que podríamos hacer los valencianos con esa cantidad. Ahora el conseller Soler también se suma a la reivindicación, cuando su partido ha gobernado y ha podido remediar esta situación, pero ha mirado hacia otro lado. Tampoco el PP está legitimado; recordemos que el actual sistema de financiación lo pactó el telefónico Eduardo Zaplana. Es un juego del que han abusado demasiado tiempo PSOE y PP y además por intereses particulares a costa de los valencianos. ¿Cómo explicar que los valencianos recibamos 1.848€ por habitante frente a los 3.862 que perciben los vascos o los 4.326 de ceutíes y melillenses?

Luego algunos se espantan de que el presidente Puig afirme que está harto de ofrendar glorias a España. Otros buscan explicaciones para el crecimiento de Compromís (como anteriormente lo fue el de Unión Valenciana) cuando está bien claro: los valencianos se han cansado del “y tú más” y han optado por una fuerza nacionalista que ha tenido en las recientes elecciones a la Generalitat y locales un aumento de voto digno de tesis doctoral. Ese malestar social es canalizado como mandan los manuales de primero de teoría política: localizar un enemigo exterior para focalizar en él todo el descontento, como ya sucedió en los 90 con aquella exitosa campaña de España 92-Valencia 0. Pero esta es la España de las autonomías, la que enfrenta territorios, la que menosprecia toda cultura que no sea castellana (o su vertiente folclórica andaluza, como si las muñeiras gallegas fueran menos españolas por no ser de cultura castellana), la que crea palmarias desigualdades como las que arrojan el informe que aquí comentamos. Al remate, lo que consigue este injusto Estado es abonar el campo y ofrecer 1.453 millones de razones para el crecimiento del nacionalismo valenciano.

Ir arriba