El pasado día doce de agosto celebramos el Día Internacional de la Juventud, una cita que la ONU ha fijado para recordar la importancia que tiene para nuestro planeta la juventud. La juventud, motor de tantas cosas no puede ser acomodada. El ya difunto Papa Juan Pablo II lo definió como ‘pasotismo’ en una de sus visitas a España allá por los años 80. Y ciertamente, la juventud no pude ser pasota.
Como en tantas ocasiones la gente joven ha de ser el motor del cambio del mundo. Hay que mostrar, a través del ejemplo, que una sociedad más respetuosa, igualitaria, justa y respetuosa con el medio ambiente es posible. Seguramente nuestros jóvenes tengan mucho más interiorizado, por poner un ejemplo, que discriminar a una persona por su orientación sexual no es algo correcto.
No obstante, a pesar de que se ha avanzado mucho, hay ingentes cantidades de personas jóvenes totalmente ajenas a movimientos sociales, políticos, juveniles, religiosos, sindicales o medioambientales. Es la generación nini al cuadrado, y no sólo tienen la culpa los mismos jóvenes. Televisiones, capitalismo despiadado y necesidades creadas consumen el necesario tiempo de los jóvenes para cambiar la sociedad.
Para hacer honor a la verdad, también hay mucha gente joven involucrada en la vida social y política. Gente que, de manera altruista, es el engranaje necesario de partidos, ONG, asociaciones y demás organizaciones. Pero insistimos, no hay bastante. La generación mejor formada de la historia ha de ser también la más combativa, la más respetuosa, la que marque un antes y un después.
Hagamos caso a la ONU, pongamos en valor a la juventud, escuchemos qué tiene que decirnos, y al mismo tiempo, exijámosles ganas de cambio, de lucha, de esperanza. La historia nos lo ha demostrado, sin juventud no hay futuro.