EDITORIAL. Rus, Benavent, Castellano y el militante de base

Tal vez nos encontremos ante el peor momento del PPCV en mucho tiempo. Ha sido desalojado de las alcaldías de las principales ciudades valencianas, del gobierno de la Generalitat y con un grupo parlamentario muy reducido. A todo esto debemos añadirle los presuntos casos de corrupción de los últimos días, los sumarios pendientes de sentencia o juicio y tal vez, lo que pueda aparecer cuando los nuevos gobernantes abran los cajones. Pero con todo, nos parece totalmente injusto que se criminalize al militante de base de este partido. Ese que no aparece en los papeles. Ese que calladamente ha participado en silencio y disciplinada mente en la campaña. Ese militante o simpatizante que ha estado casi 12 horas ejerciendo de apoderado en las mesas electorales -en algunas casos con escaso apoyo del partido-. Ese alcalde de un pequeño pueblo que arrasa en las municipales –y el mérito es mayor cuando por contra, en ocasiones, la lista autonómica de su partido no es la más votada en su localidad- y no cobra ninguna retribución de la casa consistorial, y aun así, no desfallece en su callado trabajo por sus vecinos. Ese militante que no tiene, ni ha tenido, ni tendrá, ningún trato con tramas corruptas (la inmensa mayoría) y le repugnan las portadas de los medios y los comentarios de barra de bar que acusan, metonímicamente e injustamente, a todo el partido. Ese que soporta los errores cometidos y los por cometer sin grandes posibilidades de intervenir para que así no sea.

En definitiva, hablamos de un ciudadano que libremente milita o simpatiza con un partido democrático y que se alinea en un espectro conservador, liberal, demócrata-cristiano, regionalista o de centro derecha y que padece en primera persona los errores ajenos. No hablamos de la broma o la burla entre amigos o conocidos, nos referimos al señalamiento arbitrario. Y eso, no es justo ni democrático. Otra cosa es que esos militantes decidan alzar su voz contra el estado de las cosas, que apuesten por regenerar o denunciar la suciedad o los equívocos de su casa. Pero en todo caso, eso no se lo podemos exigir, solo recomendar. Su disciplinado silencio es una posición errónea o tan válida como otras. Y merecen un respeto. Todos estos políticos anónimos forman parte de uno de los partidos más importantes de nuestra vida política y están llamados a continuar siendo una pieza importante (¿imprescindible?) de nuestra democracia. Por todo ello y para todos ellos, exigimos respeto.

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