Bravo, doña Gabriela

El Consell como rodaje político para algunos de sus miembros

Es de dominio público lo que costó formar el primer Consell de Ximo Puig teniendo en cuenta que dos grupos parlamentarios (PSPV-PSOE y Compromís, y parte de otro Podemos) sustentaban su gobierno y que también se quería nombrar “independientes” para contentar a todos. Más todavía costó el segundo y tercer escalón de la administración valenciana atendiendo a cuotas de género, hibridación entre departamentos y color político del conseller de turno, las diferentes familias de Compromís que contentar y sobre todo el punto de vista de la vicepresidentísima Mónica Oltra. Como bien relató Víctor Maceda en la publicación de Climent (El Consell, vist des del paritori), la cosa no fue fácil y algunos consellers no tenían vocación de asumir esta responsabilidad o se enteraron de su nombramiento en el último momento y cuando ya habían hecho otros planes.

Por lo que respecta a la cuota socialdemócrata y considerando que si bien algunas de las elegidas son nacidas en Valencia han desarrollado su carrera en Madrid, se pretendió vender la elección como que el PSPV había dispuesto del PSOE como le había parecido; nos estamos refiriendo sobre todo a Carmen Montón y a Gabriela Bravo. Pero al parecer no es exactamente así. Es notoria la reticencia de algunas de estas conselleres a tener en su equipo personas que no fueran de su estricta confianza personal -a lo que desde Blanquería se les recordaba lo firmado en el Pacte del Botànic-, pero además en lo puestos que no eran exactamente políticos, como jefes de prensa, si optaron por “importar” profesionales de Madrid, como si aquí no los hubiera de suficiente garantía. Lo peor es que por lo que vamos sabiendo, forman parte del Consell de manera interina y lo que es peor, ocupan el departamento como si fuera un entrenamiento para propósitos futuros mayores. ¿Cuál sería ese próximo cometido?, evidentemente la pretensión de sentar al “bello” Pedro Sánchez en la Moncloa y que estas ahora conselleres formen parte de su consejo de ministros. Por supuesto con el apoyo del grupo parlamentario que consiga organizar Pablo Iglesias, que con la tendencia a la baja del voto del PSOE, se antoja imposible un gobierno monocolor. De confirmarse este extremo, de nuevo los partidos estarían incurriendo en la utilización de las instituciones en beneficio propio y lo que más molesta, utilizando como un si fuera un gimnasio político una institución tan seria como es el gobierno de los valencianos. Lamentable.

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