Bravo, doña Gabriela

El eterno debate sobre la tauromaquia

El desencuentro público mantenido entre los diputados en la Diputación de Valencia, Toni Gaspar (PSPV-PSOE) y Maria Josep Amigó (Compromís) a cuenta de la tauromaquia, tampoco debe extrañar demasiado. Se antoja lógico que en un gobierno a cuatro, como es el caso de esta institución (PSPV-PSOE, Compromís, Valéncia en comú y Esquerra Unida), haya puntos de fricción o de conflicto entre socios de gobierno. Las hay en una comunidad de propietarios, imaginen si no cuando se trata de política. Pero fue la decisión de los electores, que por voto delegado -conviene recordar que los diputados de las diputaciones no son elegidos por los ciudadanos directamente, si no por los concejales de cada partida judicial-, se configurara una Diputación con seis grupos parlamentarios (los referidos anteriormente más PP y Ciudadanos). En este caso, la disputa ha sido a cuenta de los festejos taurinos. El socialdemócrata abogaba por apoyarlos en igual medida que el anterior equipo de gobierno popular, mientras que la valencianista calificaba el presupuesto del equipo de Rus de excesivo y planteaba la existencia de otras prioridades hacia las que desviar estas partidas presupuestarias.

Como decimos, estas posturas encontradas no deben ir más allá de un cruce de declaraciones. Suponemos que a lo largo de la legislatura y según se acerque la convocatoria electoral en la que se renueve la cámara provincial, asistiremos a desencuentros seguro mayores. En cualquier caso, las posturas de Gaspar y Amigó sitúan encima de la mesa un debate que tarde o temprano deberemos abordar los valencianos. Por centrar el tema y poder tener más herramientas de juicio, recordemos que en estos momentos las corridas de toros están prohibidas en Cataluña y Canarias. En el primer caso fue evidente que el gobierno catalán atacó sin ambages a esta fiesta por su carácter español al prohibir los festejos taurinos pero mantener els bous al carrer, conscientes del apoyo que cuentan estas fiestas en muchas poblaciones catalanas. Los antitaurinos no hacen distinciones entre ellas, en ambas, afirman, hay sufrimiento animal y por tanto, bajo ese punto de vista, ninguna de las dos deberían continuar. En nuestra Tierra, ambas fiestas cuentan con muchos aficionados y estamos seguros que ningún gobierno se atrevería a intentar actuar en su contra. Pero también es cierto que hay amplios sectores sociales que no ven con buenos ojos esta fiesta. Por tanto, nos preguntamos si no habrá llegado el momento de un gran debate, y no solo circunscrito al ámbito político, en el que se pongan al descubierto todas las cartas y con sus conclusiones, dándolas por buenas todos, ponernos al tajo con otros temas una vez superado este eterno debate y sin olvidar que se gobierna para todos.

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