VALENCIA NEWS

Escaño y ética

Ya es oficial. La mítica Rescaños, escaloescaños ita Barberá deja el Partido Popular sin abandonar su escaño en el Senado. La investigación que ha abierto el Tribunal Supremo contra ella ha provocado que, incluso los diputados autonómicos del PP valenciano, la dejen caer. Como quien tira a la basura un alimento caducado, así de triste. Barberá podría haberse retirado tras dejar la alcaldía de Valencia. Podría haber tenido un final digno y haber ahorrado al PP este mal trago, pero ya saben como son estas cosas de las familias y los juegos de poder y equilibrios.

Quisiéramos hablar en esta editorial de la ética que conlleva el aceptar un escaño y, sobre todo, el no dejarlo. España es un país en el que, salvo en ocasiones muy puntuales, como por ejemplo en las elecciones por designación directa de los senadores, no se elije directamente al político. Se vota una lista cerrada y bloqueada en la que no e posible elegir a uno de los miembros de la lista por encima de otros. Tampoco es posible votar a más de un partido, salvo en el caso de parte del Senado.

Rita Barberá no fue elegida por los valencianos para ser senadora, pues jamás se pudo marcar una cruz en su casilla porque no estuvo en ninguna papeleta. Fue una designación directa de Les Corts Valencianes.
Ejemplos de políticos que se aferran a sus cargos hay muchos. Y debe estar en los propios partidos la solución. Hay que ver muy bien a qué personas se eligen para qué puestos.

Sin salir de la Comunitat Valenciana, tenemos en el PP los casos del preso Rafael Blasco, que en la pasada legislatura pasó al Grupo Mixto, o el reciente de Rita. Pero hay más. Fernando Sepulcre, un verso suelto rechazado por UPYD al que Ciudadanos abrió las puertas, se fue del partido de Rivera llevándose su acta de concejal y diputado provincial, siendo llave de gobierno en este último importante órgano.

Podemos no se queda atrás, acuérdense de la concejala alicantina de Guanyar Alacant o de la diputada Covadonga Pereamarch. Todos ellos políticos elegidos en listas cerradas, a veces ni si quiera números uno, que se aferran a las sillas como lapas.

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