Con el campo no se juega

La nueva política empieza a desteñir

Se abusa mucho del concepto tránsfuga en la actualidad, y con razón. Decenas de políticos abandonan sus partidos para pasarse a otros o simplemente dejan de pertenecer a las siglas bajo las que accedieron a las instituciones, pues recordemos que en España, salvo en el Senado y en las Entidades Locales Menores (que se pueden contar con los dedos de la mano en la Comunitat Valenciana), no existe la elección directa, esto es, la cruz. En nuestro país nos regimos mayoritariamente por un sistema de listas cerradas, en el cual se elige a todo un conjunto de candidatos de un único partido. La nueva política empieza a desteñir

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define ‘tránsfuga’ como aquella persona que con un cargo público no abandona este al separarse del partido que lo presentó como candidato. Es este el caso del ya ex diputado provincial de Ciudadanos, Fernando Sepulcre, que tras abandonar la formación en medio de un cruce de acusaciones y mucho malestar interno, se niega a abandonar sus asientos en el Ayuntamiento de Alicante y en la Diputación de la misma provincia. Alega que tiene un compromiso con los alicantinos, a pesar de que en la lista local ocupaba el tercer puesto y de que –atentos al dato- en la Diputación no lo ha votado nadie, pues los diputados provinciales son decisiones internas de cada partido en función de sus resultados a nivel municipal en toda la provincia.

Seguramente Sepulcre, como tantos otros concejales de Ciudadanos, pretenda seguir cobrando los nada despreciables 65.000 euros brutos al año que venía percibiendo como diputado llave, que por cierto, otorgó la gobernabilidad del ente provincia, de nuevo, al Partido Popular. En el partido de Rivera abundan los casos de concejales que rápidamente se desvincularon de las siglas naranjas. Son los casos de Aldaya, Bétera, Moixent, Alcora o El Campello, entro otros. Quizás sea debido a la manera abrupta, rápida, y poco prudente que tuvo Rivera a la hora de expandir su partido en la Comunitat Valenciana, nutriéndose en algunos casos de excedentes de otras formaciones políticas.

Sin embargo, no sólo en C’s cuecen habas. En Podemos, la otra pata de la mal llamada ‘nueva política’, también andan cada dos por tres enfrascados en alguna cuestión interna. ¿Les suenan nombres como Nerea Belmonte o Covadonga Peremarch? Son dos ejemplos de políticas, en este caso también alicantinas, que a pesar de ser expulsadas de sus grupos y partidos, (Guanyar Alacant y Podemos, respectivamente), insisten en conservar sus actas, a pesar de que su papel como representantes se vea más bien menguado. Eso sí, sueldo mediante y con ningún control de ninguna jerarquía de partido.

Parece que cada vez suena menos a chiste y más a realidad aquello de que la nueva política destiñe.

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