Bravo, doña Gabriela

Los valencianos ante el 20D, ¿una pieza más del tablero o un nuevo jugador?

Con la maquinaria electoral para los próximos comicios en marcha, los medios de comunicación comienzan a escoger qué publicar y cómo hacerlo. Como siempre, las ideas fuerza de estas grandes corporaciones de comunicación irán encaminadas a reforzar aquello de que “el bipartidismo no ha muerto” y “no es lo mismo el voto autonómico o en municipales que el voto en generales”. Si quieren ejemplos peguen un vistazo a la prensa de este pasado fin de semana y podrán ejemplificar lo que aseveramos. Se trata de proteger un chiringuito político establecido ya por los padres de la Constitución.

El morbo cebado para el 20D, no la discusión política que eso es harina de otro costal, se establecerá en saber el tamaño del zarpazo de Podemos al PSOE y de Ciudadanos al PP. Ya saben, el modelo televisivo de “Tómbola” llevado a la política. En cualquier caso, este panorama no alteraría substancialmente la correlación de fuerzas entre los dos grandes bloques de Derecha y de Izquierda. Cambiará el color de las camisetas de los nuevos diputados, pero no su adscripción política, sus grandes tótem de Estado. El gran peligro para ellos, la gran verdad a escamotear y tal vez su mayor preocupación a tenor de la cantidad de columnistas movilizados para la causa y la profusión de la publicación de encuestas favorables, es que la división de voto de la Derecha entre PP y Ciudadanos, por una parte, y de la Izquierda entre PSOE y Podemos por otra, a quien favorece son a las otras formaciones, a las que el sistema actual les concede un papel de supuesta comparsa política. La mayorías absolutas hacen más caro el número de votos necesarios para conseguir representación en las instituciones, mientras que en caso contrario, es decir, el panorama que se vislumbra, hay mayores oportunidades para los partidos más pequeños o locales.

En el caso valenciano, si atendemos a la encuestas anteriores a las elecciones autonómicas, todos -igual que ahora- creían que el descontento social se iba a vehicular electoralmente hacia Podemos. Muchos tuvieron que cambiar las portadas: inusitadamente el Pueblo valenciano había decidido apostar por segunda vez en la historia -en los 90 fue la decepcionante Unión Valenciana- por una fuerza de estricta obediencia valenciana. ¿Por qué el votante valenciano tiene que haber cambiado de parecer? ¿De verdad cree el PSOE que Pedro Sánchez tiene suficiente tirón político más allá del eventual selfie? Con un PP falto de liderazgo y que cada vez huele más a la UCD en descomposición de principios de los 80 -miren si no el metonímico rifirrafe de ayer entre Cayetana Álvarez de Toledo y Ana Belén Vázquez– y con un PSPV-PSOE con la pérdida de votos más importante en unos comicios valencianos, ¿creen de verdad que se va invertir la tendencia? No nos engañemos, la presidencia de la Generalitat para Ximo Puig no es más que un espejismo jamás soñado por el más avezado ideólogo de Blanqueria. Un boleto premiado de la lotería que cayó en sus manos fuera de todo cálculo. ¿Y los ayuntamientos de Alicante y Elche? ¿Y la diputación de Valencia y la FVMP? Errores atribuibles a los bisoños negociadores de Compromís. El miedo en Madrid es que de nuevo, haya más de 450.000 valencianos que vuelvan a confiar en una fuerza que tiene su sede en el Cap i casal, porque esos sufragios traducidos a escaños podrían suponer un grupo parlamentario valenciano de más de 8 diputados.

Alimentaran también el argumento ese de lo fallido que es el actual sistema electoral que hace que finalmente, sean los partidos nacionalistas vascos, catalanes, canarios o incluso gallegos los que decidirán en ese más que probable escenario de falta de mayorías absolutas esquiladas por Ciudadanos y Podemos. Aunque se demuestra con más rotundidad que es la manera más segura de que sus respectivas CCAA obtengan del Estado lo que los partidos pilotados por alejadas -en todos los sentidos- sedes de PP y PSOE son incapaces de conseguir. Disciplina de voto lo llaman, cuando en realidad se trata de una partida en la que el 20D los valencianos podemos elegir entre ser una pieza más en el tablero de juego o cambiar el curso de nuestra historia moderna y elegir ser un nuevo jugador. ¿O hace falta que recordemos una vez más las ocasiones en que congresistas populares o socialdemócratas han votado en contra de los intereses de este Pueblo si así se lo exigía Génova o Ferraz traicionando el voto de sus electores? Si el próximo inquilino de la Moncloa necesita a esos 8 o más diputados valencianos para gobernar, tendremos alguna posibilidad, si caemos de nuevo en trampas dialécticas como la del “voto útil”, volveremos a ser un diputado simpático pegado a una naranja o a una camiseta.

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