Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en funciones

Mariano, ¿qué hay de lo mío?

Mariano, ¿qué hay de lo mío? Sin duda, lo más escuchado y pronunciado en las últimas horas. Desvelar el proyecto de Ley de los Presupuestos del Reino es una de las citas más importantes en el calendario del político español -también debería serlo para los ciudadanos-, y más cuando en ésta concurren unas elecciones generales a pocos meses vista. Cierto es también que venimos de unos comicios autonómicos y que ante este escenario Cristóbal Montoro habrá intentado la cuadratura del círculo para contentar los préstamos electorales de su partido e intentar mejorar los resultados que le pronostican las encuestas.

Un 12% prevé la Ley aumentar las inversiones del Estado en la Comunitat Valenciana. Una cifra con dos lecturas bien diferentes. A primera vista, ser la tercera autonomía en la que Madrid más aumenta su inversión respecto al año pasado es una buena a la que nadie puede negarse. Pero no hay que olvidar que los números no han sido así de benévolos con los valencianos todos los años, bien al contrario.

Ante el presente a Ximo Puig se le descalabra el discurso del victimismo respecto a Madrid y sólo le consuela -que no es poco-, junto a sus compañeros de viaje, la misiva de la infrafinanciación y lo arrinconados que hemos estado durante estos años de era Rajoy -ídem con los anteriores-.

Madrid pone un discurso difícil de cara a las próximas elecciones para todos excepto para el PP. Isabel Bonig puede ampararse en los números para rebatir a Puig y acólitos. Si le sacan cifras pasadas, al Partido Popular siempre le queda el socorrido argumento de ser -estos presupuestos- un propósito de enmienda y de, tras la debacle electoral, reconocer que sus políticas de financiación con nuestra Comunitat no han sido para sacar pecho.

Sea cual fuere el motivo de Mariano Rajoy para mejorar nuestra caja, cabe reconocer que con más razón nos quejaríamos si estuviéramos a la cola. Eso sí, no quitemos el ojo a lo que la pésima financiación del Estado nos supone a los valencianos. Que tengamos 60 euros menos de inversión por habitante que la media del conjunto de España o que nuestros pensionistas dejen de tener en sus cuentas 90 euros cada mes respecto a la media estatal son ejemplos fehacientes de que en este país todos no somos iguales.

 

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