Bravo, doña Gabriela

Se acabó la impunidad al realizar ataques verbales en redes sociales

Agredir verbalmente, insultar o atacar al honor de una persona en redes sociales tiene sus consecuencias. Si Facebook, Twitter o Instagram han sido definidos por infinidad de sociólogos como “la nueva plaza pública”, lo lógico es que lo que sea delito fuera de las redes, sea delito dentro de las mismas. Si en un escenario no puedes incitar a la violencia o hacer apología del terrorismo porque está penado, no tendría por qué poderse hacer en un espacio público del siglo XXI. Se acabó la impunidad al realizar ataques verbales en redes sociales.

Hasta ahora, cada día nos encontrábamos en redes a gente que cometía ataques que implicaban delito, que, por supuesto quedaban impunes, afectara como afectara al usuario objeto del ataque. Pero hemos conocido que la Audiencia Nacional juzgará este miércoles a una joven valenciana de 24 años, por un presunto delito de enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas que habría cometido al difundir en la red social Twitter chistes «vejatorios» sobre Irene Villa, el concejal del Partido Popular en Ermua Miguel Ángel Blanco y el almirante Luis Carrero Blanco. La Fiscalía pide que la joven, de 24 años, sea condenada a dos años de cárcel y a una pena de ocho años de inhabilitación absoluta. Quizás la pena pueda parecer excesiva, pero debe ser ejemplarizante, pues son muchos los ataques recibidos por parte de personajes populares, como cantantes, actores, políticos, cuerpos estructurados de la sociedad civil en general.

Eso debe de acabar y, por lo que parece, como diría cierto director de cine español, no habrá paz para los malvados y, en este caso, aquellos que crean que pueden realizar ataques sin consecuencias en redes sociales. Reconocer el rango de delito de aquellas acciones que suponen ataques escritos, que de manera verbal y en un espacio público tradicional conllevarían sanción o pena, por ser ilícito civil o ilícito penal, es una defensa de nuestra democracia y de la integridad de las personas que, de manera libre, podemos expresarnos y emitir nuestras opiniones. Eso sí, siempre en la óptica de un principio fundamental: que no se ataque el honor o la dignidad de otra persona.

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