Bravo, doña Gabriela

Una CUP dividida aplaza la decisión de si investir o no a Artur Mas

Empate técnico y matemático a 1.515 votos entre los partidarios de investir a Mas y los detractores de esa maniobra dentro de la CUP. Un resultado que suscita la polémica, ya que ni los más avispados sociólogos habrían presagiado un empate que cuesta creer que sea fruto de la casualidad, en una votación en la que participan más de 3.000 electores. Por tanto, de ese modo, una CUP dividida ha aplazado la decisión de si investir o no a Artur Mas hasta el 2 de enero.

Sobretodo, cuesta creerlo por el olor que desprende, teniendo en cuenta que durante una semana se han aventurado interpretaciones variopintas sobre las distintas hipótesis que se barajaban para cada uno de los posibles resultados. Representaciones tempranas desde distintos medios de comunicación, tanto a nivel de la organización como a nivel autonómico, así como a nivel nacional, partiendo de la base que una investidura o no de Mas como President condicionaría el panorama de pactos en Madrid. Ya ven ustedes a donde ha llegado la CUP con 10 escaños en el Parlamento catalán: a decidir pactos parlamentarios en el conjunto del Estado español. Así es.

Las preguntas al respecto son:

– ¿Con qué intencionalidad votan los militantes de las fuerzas que confluyen en la CUP?

– ¿Para ellos es una votación de tantas en la asamblea?

– ¿Votan si poner o no a un corrupto de President o si quieren o no independencia?

– ¿Votan para decidir en Barcelona o en Madrid?

– ¿Es una segunda vuelta de las generales?

Los que vieron nacer a la CUP como partido en 1987 deben estar alucinando con lo lejos que ha llegado el poder de la asamblearismo de barrio. Suponemos que nadie dentro del grupo de los fundadores creyó en aquellos años que 3.030 votos llegaran a valer tanto. Los casi recién llegados, como es el caso de David Fernández, aunque no lo parezca, tampoco estarán sumidos en una tranquilidad excesiva.

Mientras tanto, y sin intención, queremos sobrentender, seguimos unos días más con la cortina de humo creada por los que dicen ser amigos de disiparlas. Maldita casualidad, profunda causalidad.

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