Autónomos hasta la muerte

 

Se quejaba ayer en VLC News, Rafael Pardo, de que los autónomos cobran una pensión menor que el resto de los trabajadores, y se quejaba con toda la razón.  Más aún, el autónomo paga el doble por su cuota de la Seguridad Social, mientras que el trabajador por cuenta ajena paga sólo una parte, puesto que la otra la abona la empresa para la que presta servicios. Pero esa grave discriminación no es la única. La Hacienda Pública observa a los autónomos como si fueran peligrosos defraudadores fiscales. A los demás ciudadanos los contempla sólo como presuntos defraudadores, pero los autónomos son convictos por el mero hecho de ir por libre, y no haber hecho unas oposiciones como manda la inspección fiscal. Al presidente de un banco, que cobra varios millones de euros anuales por sus servicios, jamás le afearán que, además, disfrute de un automóvil con chófer, que también paga el banco. Ahora bien, como el inspector de Hacienda contemple la factura de una carrera en taxi del trabajador autónomo, le interrogará hábilmente tratando de escudriñar si el taxi, vete a saber si no lo pilló para ir al cine con su mujer.

Estas contradicciones son muy españolas. Por un lado, los políticos llenan de alabanza a los autónomos, reconocen que son buenos chicos, que han contribuido de manera eficiente a que el tinglado socioeconómico no se fuera a la mierda durante la crisis, e incluso animan a los jóvenes a que se conviertan en autónomos; y, a la vez, esos mismos políticos  lanzan a los inspectores de Hacienda para tratar de averiguar si los viajes del autónomo cargados a su miniempresa son de trabajo o de placer, y les premian jodiéndoles en la pensión, cuando ya no tienen fuerzas, porque –y esa es otra- los autónomos son los que se jubilan a una edad más avanzada.  

Claro que el cinismo de los gobernantes con los autónomos, cualquiera que sea el color del gobierno, no es discriminatorio. Emplean la misma verborrea con las fuerzas de seguridad, los médicos o los profesores. Continuos cantos de alabanza, seguidos de congelación de sueldos. En el fondo, desean que los autónomos lo sean hasta la muerte, y, por eso, les proporcionan una pensión miserable, que es el procedimiento más eficaz para morirte enseguida.

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