En Moscú están descubriendo cosas

Los ministros de Economía del G-20 se van a Moscú y dicen que ahora toca “Crecimiento por delante de la austeridad”. A mí, lo del crecimiento me gusta, pero me da la impresión de que el slogan se debería redactar de otro modo: “Crecimiento, una vez conseguida la austeridad”. Mejor dicho: “Crecimiento, una vez conseguido que nos convenzamos de que todos, administraciones públicas y señoras y señores normales, tienen que gastar con la cabeza en lugar de con los pies”. El slogan tendría un subslogan: “Hemos tardado siete años en darnos cuenta de ello. Una mujercica de pueblo, viejecica y arrugadica, hace siete años ya lo sabía”.

Ayer comí con unos amigos publicistas y no les dije nada de esta idea mía, porque supuse que el slogan les parecería una castaña, y tengo que mantener mi prestigio.

Pero como aquí no me importa lo del prestigio, sino decir lo que pienso, lo reafirmo. Lo estamos pasado mal, pero sigo recordando el día en que el difunto Banco Pastor me quitó tajantemente la tarjeta Visa Oro porque me había pasado del límite y les daba miedo que sucediese lo que se veía que iba a suceder. Ese día me llevé un disgusto serio y, en la soledad de mi despacho, les dije una serie de cosas que no se pueden repetir, sobre todo si hay niños.

Pero, unos años después, tengo que confesaros que he puesto varias velas a la Virgen del Pilar, porque uno es de Zaragoza y ya sé que todas las Vírgenes son la misma, pero esta es la mía, dándole las gracias por la decisión del director de la oficina del Pastor cuando me dijo: “austeridad, caballero, austeridad”.

Y me aguanté y me tragué las lágrimas y pagué poco a poco la deuda,…y puede crecer, recordando siempre que con una tarjeta de débito se vive bien y con una tarjeta de crédito se duerme muy mal.

Hace tiempo, fui a un programa de televisión, con un presentador muy majo, al que no conocía, pero con el que me entendí muy bien desde el primer momento. Le hablé del deleveraging y le dije que suponía que él estaba de acuerdo en que había que hacer eso. Puso una cara un poco rara y dijo: “¡por supuesto!” Y luego añadió: “por cierto, ¿qué quiere decir esa palabreja?” Yo me había enterado dos días antes, pero puse cara de superioridad y le dije: “que pagas las deudas y no te comprometes a ninguna más”. Y, entonces, los dos, y el público, nos echamos a reír, porque tiene gracia llamarle así al sentido común.

Lo del deleveraging hace daño a muchos. Porque, cuando lo de la tarjeta oro del Banco Pastor, dejé de ir a cenar a un restaurante que a mi mujer y a mí nos gustaba mucho. Y mi mujer y mis hijas dejaron de salir “de compras”. Y mis hijos empezaron a seleccionar las fiestas a las que iban, porque algunas estaban muy bien, pero les costaban un pastón.

A partir de aquel momento, miramos más los precios, compramos lo que necesitábamos, hicimos locuras controladas (hoy nos vamos a cenar fuera y ya veremos cuándo volvemos a salir…cosas así.)

Implantamos -nos implantaron, realmente- la austeridad en nuestra vida. Gracias a aquello, empezamos a gastar con la cabeza, y fuimos viviendo, sin tener que dedicar una parte importante de nuestros ingresos a la amortización de la deuda (en España, ahora, 928.000 millones de euros contra un millón de millones de PIB) ni al pago de intereses (hace poco, en España, íbamos por los 40.000 millones anuales).

Cuando estos señores, desde Moscú, dicen que hay que crecer, me parece muy bien. Pero, por favor, que no nos transmitan el mensaje de que hay que volver a las locuras de tiempos pasados, porque aquellos polvos trajeron estos lodos, y estamos de barro hasta el cuello.

Supongo que lo del crecimiento quiere decir hacer lo de Estados Unidos: fabricar mensualmente 85.000 millones de dólares para prestárselos al Estado y que este los lance a la calle. Supongo que alguno de esos 85.000 millones llegará a los bancos americanos y estos, arrepentidos de sus pecados, que fueron muy gordos, pero que mucho, los pondrán en el torrente circulatorio de la economía, frase que, a la primera, no se entiende muy bien, pero que quiere decir que se los prestarán a gente que presente planes de negocio normalitos. Siempre con un cierto riesgo, claro, porque si no hubiera riesgo, no sería un negocio. Sería un chollo.

Sin embargo, Estados Unidos no está consiguiendo que disminuya el paro de una manera espectacular. Me parece que ha bajado del 7,8 % al 7,6, supongo que de la población activa. Ya sé que nosotros, con esas cifras, nos daríamos con un canto en los dientes, pero lo de darle a la maquinita no garantiza el éxito. Se ha producido una cierta inflación, y cuando Bernanke dijo que igual empezaba a bajar los estímulos, a unos míseros 65.000 dólares al mes, todos se pusieron nerviosos y Brasil, por ejemplo, más nervioso todavía, porque pensó que subirían los intereses en Estados Unidos y que, si los subían, los que han puesto dinero en Brasil se lo llevarían corriendo a Estados Unidos porque allí les pagarían más.

Resumiendo: la austeridad, que no se nos olvide. Que la incorporemos a nuestras vidas. A las nuestras y a las de las administraciones públicas. Es posible que Frank Gehry, Norman Foster, Santiago Calatrava y Rafael Moneo pierdan algún pedido. Lo sé, pero que se busquen clientes en otros países, que aquí ya les hemos comprado mucho y aún lo estamos pagando. Que, cuando alguien quiera hacerse un aeropuerto, que se lo haga, pagándolo él de su bolsillo, sin un solo crédito. Así, quizá hará un estudio previo, a ver si a alguien le interesa aterrizar o despegar de allí. Porque si no le interesa a nadie, o le interesa solo a cuatro gatos, que se aguanten sin aeropuerto y que vayan al más cercano. Que cuando alguien quiera que le pongan el AVE en la puerta de su casa, que se aguante. Que a mí también me apetece y tengo que ir a la estación de Sants.

Y eso dará sensación de seriedad. No solo sensación. Será seriedad. Y la gente nos respetará. Y no hablarán del sol, la siesta y el flamenco. Y si hablan, mejor, porque así vendrán muchos turistas y, como les daremos muy buen servicio, gastarán y volverán. Y en el IESE, como todos son muy sofisticados, al sol, la siesta y el flamenco no les llamarán sol, siesta y flamenco. Les llamarán ventajas competitivas, nombre que, como el deleveraging, suena mejor.

Hemos aprendido lo de la austeridad, como la aprendí yo: a gorrazos. Y ahora, a por el crecimiento, sabiendo que si se fabrica el dinero, lo fabricará el BCE, saltándose sus normas, porque se inventó para controlar la inflación. Por lo que supongo que lo fabricará con cuidado extremo, euro por euro y contando cada noche los euros fabricados durante el día. Y que se los prestará al Estado y que le cobrará intereses y que esos intereses habrá que compensarlos con impuestos…Y que esto producirá lo que llaman “crecimiento sostenible”, o sea, lo contrario de crecimiento insostenible, que durante tantos años (los de Moscú dicen que siete) nos gustó tanto.

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