Hoy tengo un buen día

 

 

Yo nunca he gobernado. Y me parece que nunca gobernaré.

 

Siempre me he preguntado qué se sentirá el primer día. Llegas a tu despacho, guiado por alguien, porque si te dejan suelto no lo encuentras, te sientas en el sillón, pones las manos encima de la mesa y te dices: ¡a gobernar! Y luego: ¿por dónde empiezo?

 

Mariano lleva ya año y pico gobernando, o sea, «dirigiendo un país o una colectividad pública». En su caso, dicho con mayor precisión, intentando dirigir una Administración Central que, a su vez, intenta templar gaitas con 17 Administraciones menos Centrales, que han decidido hacer lo que les da la gana, protestando, por supuesto; con malas caras, por supuesto; y quejándose, por supuesto, porque esto de Madrid no lo aguanta nadie, ni la Comunidad de Madrid.

 

Mariano tiene una amiga, Ángela, que también tiene sus problemas, como los tenemos todos, y también tiene que lidiar con gente diversa, que no solo habla alemán, sino que también habla francés, español, italiano, y así, hasta griego.

 

Todos ellos se han comprometido a hacer una cosa que se llama Europa, pero lo han hecho pensando que se podían organizar como les diera la gana, que para eso son libres y esto de la libertad es algo muy serio.

 

Ángela, que es muy suya y no ve más allá de sus narices, desde Berlín solo contempla España, Francia…Grecia. Y como le parece -bien parecido- que a algunos se nos ha ido la olla y que hemos gastado un poco más de lo que ingresábamos (91.000 millones en 2011, solo 70.000 en 2012…hasta llegar a 27.000 en 2016), nos aprieta. Y como, además, la Deuda Pública española es de 928.000 millones, nos aprieta más.

 

El pobre Mariano está aprendiendo a gobernar a bofetadas, porque le pasa lo que a mí, que no había gobernado nunca. Son lo que, en términos técnicos, se llaman «bofetadas sandwich». O sea, la Merkel te pega y los Presidentes de las 17 nacioncitas en las que está dividida España también te pegan, incluso los de tu propio partido, que, en teoría, deberían ser tus amigos.

 

Y como Europa, o sea, Ángela, aprieta, Mariano se lanza y decide racionalizar la Administración pública. No digo «adelgazar», sino «racionalizar», o sea, organizarla racionalmente, que es lo contrario de organizarla irracionalmente, pensando dar un servicio a tus amiguetes y creando cargos y cargos y cargos para que los pobres amiguetes puedan comer, que tal como están las cosas siempre es de agradecer.

 

Los gritos se oyen en Estambul, no porque los turcos sean unos cotillas, sino porque estos mozos gritan mucho. Lo comprendo, porque se han acostumbrado a gastar como si los dineros fueran suyos, sin darse cuenta de que son nuestros y de que, además, los debemos.

 

Me hace mucha gracia lo de la «recentralización encubierta». Mariano debía decir que de encubierta, nada. Me gusta lo de «una competencia, una administración» porque cuando para una competencia hay varias administraciones, los que están (digo «están», no digo «trabajan») en esas administraciones cobran sus sueldos, pero a los demás nos joroban.

 

Mariano: en un año y pico,

 

Has bajado el déficit en 21.000 millones;
Te has atrevido con la Administración pública y, de retruque, como dicen en Aragón, igual le metes un mordisco a ese modelo de Estado que fue bien para pasar de una situación a otra, pero al que hay que darle  un repaso y un cepillado. A fondo.

 

Lo de los bancos te está costando. Lo de la corrupción no va a mejor. O sea, que no te quejes de falta de trabajo.

 

Y nosotros, a ver si aprendemos de una vez que lo que se estropea en muchos años no se arregla de la noche a la mañana.

 

Y seguimos en la noche. Pero yo, hoy, veo la mañana.

 

Igual es que tengo un buen día.

 

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