Transparencia… pero para los demás

Hay gente, mucha gente, que desde hace ya meses ha renunciado a ver los telediarios. Se informan de otro modo y por otras vías, absorben la desbordante información disponible en el ámbito digital; pero ya no soportan los doce o quince minutos que, como mínimo, de forma acumulativa, ocupan en cada telediario las noticias sobre corrupciones y corruptelas. Es una lluvia de malas impresiones que no soportan, es un rociado sobre todos los partidos e instituciones que no quieren ya aguantar.

Pues bien: en la semana que ahora termina, mucha gente, muchísimas personas que siguen con detenimiento el curso de la crisis y la deriva de las instituciones que deberían sacarnos de ella, han llegado al límite de lo soportable y han estallado en carcajadas. Porque la actitud de los sindicatos y la patronal ante los contenidos de la Ley de Transparencia, sus recelos ante las exigencias de la norma que se prepara, han puesto de manifiesto que aquí todos quieren que la austeridad afecte el prójimo, que el conocimiento de lo público se reserve a los demás y que nadie, a fin de cuentas, venga a fisgonear dentro de las instituciones donde se sienten fuertes, influyentes y poderosos.

Los sindicatos CCOO y UGT y la patronal CEOE entienden, en efecto, que la Ley de Transparencia que viene es incómoda, porque “puede coartar su libertad de funcionamiento”. La CEOE, además, piensa que “no debería ser incluida” junto a entes públicos y CCOO y UGT quieren que sólo se controlen sus recursos públicos pero no que se llegue a conocer las donaciones que reciben, las cuotas que aplican por afiliación y por intervención en asuntos laborales; y mucho menos todavía, que se llegue a hacer público qué ganan sus máximos directivos cada año, información que les incomoda de forma muy especial.

Como es fácil entender estamos ante un asunto de especial relevancia, en tanto que los sindicatos y la patronal tienen espesas redes de actuación que van desde sus máximos dirigentes hasta el más pequeño núcleo de afiliados en miles de poblaciones y puntos de actividad laboral de España. Solo la CEOE incluye unas 4.500 organizaciones. Y esa red, igual que la sindical, se beneficia de dinero público como es público y notorio.

Con todo, el legislativo, o mejor el Gobierno que impulsa la Ley de Transparencia, quiere que igual de los partidos y la clase política se han tenido que ver sometidos a normas de transparencia máxima, los sindicatos y la patronal soporten iguales obligaciones, aunque solo una parte de sus ingresos sea pública.

 ¿Habrá que exigir una transparencia igual a todas las organizaciones e instituciones que “toquen” un solo euro público? Todo indica que así se desea que ocurra. Todo indica que la transparencia va a implantarse,  con exigencia de presupuestos, dación de cuentas, auditorias e información pública salarial. Y que eso podría afectar tanto a los departamentos universitarios como a las organizaciones sindicales de Campo de Criptana.

El sindicato UGT se ha apresurado a decir que el dinero público que maneja es solo el 2’8 % de su presupuesto general. Comisiones Obreras ha dicho que en su caso cubre un 20% de su presupuesto y la CEOE ha admitido que el dinero de procedencia pública que maneja asciende a un 32 %. Pero todo indica que, hoy por hoy, eso no tiene especial relevancia para el legislador, que se propone que la Ley exija que  todos los gastos y programas de trabajo de unos y otros sean conocidos. Y que además se declaren los sueldos de Rosell, Cándido Méndez y Fernández Toxo, del mismo modo que se declaran los de Alberto Fabra, el ministro Wert, un general de División o el presidente del Tribunal Supremo.

Pero, como la indignación social se extiende, como el sentido “justicialista” se va  apoderando de la opinión pública, el legislador se ve a la fuerza contagiado de una tendencia más rigurosa. De ahí que se esté empezando a hablar de todos los puntos de la casi infinita red de lo público a donde llega un solo euro público. ¿Se reclamarán idénticas reglas de transparencia, normas de rigor iguales, a las farmacias, a las televisiones públicas y a las notarías? De todas ellas se ha hablado estos días, en un abusivo manejo de hipótesis; de ellos… y de los miles de colegios concertados,  sociedades recreativas, benéficas, culturales y deportivas a las que, alguna vez, a lo largo de su ejercicio anual, les llega una gota de subvención pública.

Con todo, la gente, esta semana, se ha quedado con la reacción de los sindicatos y la patronal, que se han replegado como caracoles en cuanto alguien ha amenazado con “tocarles las antenas”. La sociedad, sin embargo, ha visto que todos reclaman que haya apertura de ventanas informativas, pero que no se desea hablar de ella cuando se llega a determinados detalles. Y ha comprobado, claro está, que todos están a favor de la trasparencia –faltaría más— pero sobre todo de la de “los otros”. Y es que, como decía la abuela: “en la cara de Cristo todo se ha visto”.

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