David Hemmings capta la belleza bohemia de Veruschka

Blow Up cumple 50 años como símbolo de la contracultura

Los cuadernos de tendencias surgieron en 1966 como respuesta a la recién estrenada producción masiva de la industria textil, que precisaba calcular con casi doce meses de antelación los deseos del consumidor. Ese mismo año, Yves Saint Laurent presentó Rive Gauche, una colección de sastrería unisex que cambiaría para siempre la historia de la moda. Tanto como lo hicieron Mary Quant en Londres y André Courrèges en Paris con la invención de la minifalda. Creada para revitalizar la alta costura, consiguió el efecto contrario: liberar a la mujer de las cinturas estrechas y trasladar la zona erógena del pecho a las piernas. La icónica modelo Twiggy encarnaba el ideal de belleza de la época –fue nombrada ‘Rostro del Año 66’ por el periódico británico Daily Express– gracias a su apariencia andrógina, su corte de pelo a lo garçon y sus vestiditos de muñeca.

Blow Up, dirigida por Michelangelo Antonioni y producida por Carlo Ponti, se estrenó en 1966 como reflejo de la nueva sociedad contracultural surgida tras el triunfo de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. La película anglo-italiana, inspirada en David Bailey y en el relato corto de Julio Cortázar ‘Las babas del diablo’, narra un día en la vida de Thomas (David Hemmings), un fotógrafo de moda que cree haber presenciado un asesinato. Vanessa Redgrave, Peggy Moffitt, Veruschka y una jovencísima Jane Birkin completan el reparto.

El film, nominado a dos premios Óscar y galardonado con el Grand Prix de Cannes en 1967, buscaba recrear la realidad de una forma abstracta, según palabras del propio Antonioni. Una reflexión sobre el sentido del presente que cobra sentido en el contexto de la revolución social, estética y sexual que se estaba fraguando por aquel entonces. La actitud libertaria de los jóvenes de la época, que reivindicaban su autonomía como categoría social propia frente a las ideas dominantes y conservadoras de los adultos, queda plasmada en la película a través de manifestaciones de estudiantes, mimos callejeros y sustancias alucinógenas.

El cine de los sesenta refleja el paralelismo que existía entre los distintos ámbitos de la sociedad -moda, arte, diseño, arquitectura, música, etc. Todo el mundo era pop, independientemente de sus ideales. Había una correspondencia entre lo que eras, a lo que te dedicabas y cómo vestías. Del arte óptico surgieron estampados geométricos y del psicodélico, inspirado en la experiencia alucinógena de las drogas, patrones caleidoscópicos como el paisley, motivo recurrente en el llamado ‘Verano del Amor’ de 1967. Londres era el epicentro de las nuevas tendencias musicales, de la mano de grupos como The Beatles, The Who o The Yardbirds –cameo en Blow Up-, que promovían un nuevo modo del vestir acorde a sus melodías: parkas militares, pitillos y trench durante el año mod, así como estampados florales, sombreros y abrigos de piel en la etapa psicodélica.

50 años después, Blow Up sigue siendo un símbolo de referencia, no solo cinematográfico sino también sociocultural, que ayuda a entender una época de continuos cambios. Una década en la que la moda dejo de ser lo que era para convertirse en la antesala de un producto masivo, comercial y no siempre de buen gusto.

Articulo colaboración de Cris Pastor

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