Las sombras del colaboracionismo del automóvil con el régimen nazi de Hitler y sus coches

Las sombras del colaboracionismo del automóvil con el régimen nazi de Hitler. Cuando se cumple el 80º aniversario de la proclamación de Adolf Hitler como canciller de Alemania, que supuso la institucionalización del incipiente nazismo en la entonces República de Weimar, repasamos las consecuencias -unas negativas y otras no tanto- del colaboracionismo por parte de la industria del automóvil con el III Imperio Alemán.

El caso más llamativo es el de la familia Quandt, propietaria en la actualidad del Grupo BMW, y de su patriarca Günther Quandt, que invirtió parte del capital familiar obtenido del suministro de uniformes al ejército alemán en BMW y Daimler-Benz. En 1937, Quandt fue reconocido por el régimen de Hitler Líder de Economía del Armamento, como tantos otros actores industriales decisivos en los logros del nazismo, por la contribución de su negocio en el suministro de armas y motores (fabricaba aviones).

A cambio, Quandt obtenía mano de obra para trabajos forzosos procedente de los campos de concentración e, incluso, instalaciones y fábricas en los territorios ocupados. Su reconocido rol por el régimen hitleriano ayudó a Quandt a convertirse en uno de los empresarios alemanes más destacados del III Reich. Sus dos hijos, Harald y Herbert -el primero de los cuales lo había concebido con la ulterior esposa del ministro de Propaganda Joseph Goebbels-, heredaron así el imperio de los Quandt tras su muerte.

Pero fue Herbert quien desempeñó un papel fundamental en el devenir de BMW: hace medio siglo, cuando la empresa estaba al borde de la quiebra, el hijo menor de Günter decidió no vender su 30% del accionariado y ampliarlo hasta el 50%. Hoy, ese paquete accionarial tiene un valor de más de 15.000 millones de euros para los Quandt, cuya principal cabeza visible ha sido la nieta de Hebert, Johanna, y los hijos de ésta.

Renault no corrió la misma suerte

Pero no todos los fabricantes de automóviles resultaron tan beneficiados de su colaboración con el ejército alemán. Es el caso de Louis Renault, fundador de Renault, que también colaboró con Hitler mediante el suministro de camiones y tanques de la Wehrmacht (las fuerzas armadas de la Alemania nazi) durante la guerra. Cuando el ejército aliado logró la liberación de Francia, Renault fue acusado de colaboracionista y encerrado en prisión, donde murió en 1944 mientras se esperaba una fecha para su juicio.

Apenas unas semanas después, Charles de Gaulle firmaba un decreto por el que requisaba la participación del 96,8% de Louis en la compañía que él había fundado, en una nacionalización que privaba a sus herederos de los rendimientos de ese capital expropiado. Más de 50 años después, en 1996, el gobierno francés, que entonces lideraba Jacques Chirac, acabaría privatizando Renault.

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Agravio comparativo por parte de los aliados

Aún hoy, los descendientes siguen peleando por restituir el nombre y el honor de Louis Renault, llegando incluso a iniciar acciones legales contra el Estado francés: defienden que, en la Francia ocupada, a la compañía de su familia no le quedó más remedio que trabajar para el régimen nazi y denuncian que «ninguna otra compañía fue objeto de este tipo de tratamiento, ni siquiera aquellas en las que los directivos fueron declarados culpables de colaboración», según declaraciones de su abogado en 2011.

Los Renault bien podrían referirse al propio Günter Quandt, quien sí fue juzgado, declarado culpable y condenado a prisión, de donde saldría sólo dos años más tarde, por sus conexiones con la cúpula del autoritario régimen alemán. El alemán y su familia, a diferencia de Louis Renault, conservaron todo el capital acumulado hasta entonces.

Más relaciones del nazismo con otros actores del sector

O también a Daimler-Benz, desde la que han llegado a reconocer su responsabilidad por «ayudar a motorizar el movimiento» nazi con su actividad, según se recoge en el libroMercedes in Peace and War: German Automobile Workers, 1903-1945. Tampoco el conglomerado de Stuttgart sufrió efectos adversos por su colaboración con Hitler; más bien al contrario, como Quandt, también se benefició de los favores del régimen durante la II Guerra Mundial.

Éstos son los casos más representativos de cómo el régimen nazi influyó en el orden del automóvil europeo tal y como se ha conocido en décadas posteriores y, hasta la actualidad. Pero hay más ejemplos de sus efectos: sonada es también la relación entre Volkswagen y el nazismo; se cuenta que Hitler llegó a proponer a Ferdinand Porsche el diseño de un utilitario Volkswagen (germen del después exitoso Tipo 1) comerciable a precios populares, persiguiendo así su objetivo de que cada alemán dispusiera precisamente de su propio vehículo. Tal fue la decisiva participación del Führer en el futuro de la industria del automóvil germano.

¿Y las americanas?

Ford colaboró con el régimen nazi y se dedicó también a la fabricación de aviones, GM fabricó los camiones y coches del ejército alemán y siguió siendo propiedad americana hasta la entrada en guerra de EEUU y además condecorada.

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Los coches de Adolfo Hitler

Adolfo Hitler, que antes de ser el máximo canciller de Alemania, durante su estancia en la cárcel sentía especial debilidad y gusto por los autos Mercedes-Benz.

Esta historia se dio a conocer al revelar una carta que el propio Hitler firmó desde prisión para el dueño del fabricante alemán, con el fin de hacerle saber de sus intenciones de compra uno de sus autos, un Benz 11/40, berlina de la época que se movía con un motor de 2.8 litros y 40 caballos de fuerza.

 Nunca se conoció si su deseo se hizo realidad,  pero quizás por esa frustración en aquellos tiempos difíciles, ayudó a que ya siendo Führer tuviera la pasión por los automóviles.

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 Aportación de velocidad

 Considerado como uno de los deportivos más veloces de aquella época, el bólido llamado D-Type fue  creado en 1939 por Auto Union, una filial de Audi y construido a petición del dictador, como una muestra de su poderío y superioridad.

 El D-Type alcanzaba los 297 km/h y sólo se fabricaron 18 unidades hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial y el gobierno alemán enfocó sus esfuerzos en armamento, dejando a un lado este proyecto.

Durante el conflicto mundial y con el pasó del tiempo cada unidad fue desapareciendo, sin embargo el año pasado apareció una unidad sobreviviente a la guerra, la cual fue subastada en París por la cantidad de 15 millones de dólares.

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 Linaje alemán oficial

Probablemente el más conocido en materia de archivos y documentos, es el Mercedes-Benz 770K, un automóvil de lujo construido para altos funcionarios nazis, entre los que se contaba, obviamente Hitler y Hermann Göring, por la firma alemana desde 1930 hasta 1943.

El canciller alemán, poseía siete coches 770K, conocido como el Großer Mercedes (Mercedes grande), con un motor V8 de 7,7 litros que desarrollaba 150 caballos y medidas de 5.60 metros de largo y sus 1.86 de ancho con seis neumáticos, este coche que podía alcanzar una altura de dos metros era físicamente imponente.

 En la actualidad la mayoría de los coches oficiales del jefe de Estado tienen un paradero desconocido, sólo se sabe que uno se encuentra en el Museo Canadiense de Guerra.

 En un garaje privado de Alemania, se localizó un Mercedes Benz 770K con la matrícula: 1A148461, aspecto que le dio la autenticidad al automóvil, ya que existen fotos de Hitler usándolo en apariciones públicas, sin embargo,  fue comprado por un empresario de Múnich que pagó 10 millones de dólares.

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 El auto del pueblo

 Pero para Hitler, el lujo y las excentricidades automotrices no siempre fueron individualistas, sino cuando asumió el poder uno de sus sueños era crear un automóvil accesible, eficaz, confiable y económico para cada familia alemana.

 El vehículo que el mismo Hitler denominaba como «auto del pueblo» (Volkswagen en alemán), sería diseñado por Ferdinand Porsche, quien se entrevistó con el Führer en 1933. Sin embargo, debido a las exigencias, como alcanzar los 100 Km/h y tener un consumo no superior a los siete litros por cada 100 kilómetros, un espacio de cinco plazas y un costo inferior a los mil dólares, el pedido fue imposible de financiar. 

 Fue hasta el 8 de marzo de 1934 con motivo del Salón del Automóvil en Berlín que se mencionó por primera vez en público la idea del auto popular, sin embargo, en octubre de ese año, se presentaron tres prototipos del modelo denominado VW3 bajo la supervisión de la Asociación de la Industria Automotriz y la Escuela Técnica de Stuttgart.

 Ante intentos fallidos, prototipos automotrices y cambios de motor, el 17 de febrero de 1938 el modelo definitivo del Volkswagen fue presentado oficialmente con la presencia de Adolf Hitler, fue denominado KdF, en honor a la sigla de la organización nazi Kraft durch Freude (La fuerza a través de la alegría).

 Su precio era de 990 dólares para satisfacer los requerimientos del líder, además de incorporar una caja de cuatro velocidades, suspensiones independientes en las cuatro ruedas y alcanzar una potencia de motor de 23.5 caballos de fuerza  a 3 mil revoluciones por minuto.  

Sin embargo, a mediados de 1939 con la planeación de una fabrica de Wolfsburg,  la ambición desmedida de los británicos y sus aliados fueron más fuertes, comenzó la Segunda Guerra Mundial; así, el pensamiento de engrandecimiento popular del Führer hacia su pueblo fue truncado. Vía atraccion360.com y eleconomista

 

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