Por qué se quedó sin emociones la F1

Por qué se quedó sin emociones la F1. Eso es lo que intenta responder el blog del lalo en bbc.com.  Si que es verdad que las cifras de espectadores que siguen en España la F1  se han desplomado. Unido a lo que señala este artículo que aquí reproducimos se unen los malos resultados de McLaren-Honda y Fernado Alonso. Los Alonsistas están siguiendo otros deportes. El piloto alemán Nico Rosberg, a bordo de un Mercedes, ganó el domingo el Gran Premio de Austria de F1, seguido por el británico Lewis Hamilton, también con Mercedes, y el brasileño Felipe Massa, en su primer podio esta temporada al volante de un Williams… con motor Mercedes.

Otra carrera, otro triunfo de Mercedes, otra procesión…

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Lo único «emocionante» ocurrió en la primera vuelta con el adelanto de Rosberg a Hamilton y el accidente entre Alonso y Raikkonen.

Fue una carrera más, sin mucho que destacar; las dos emociones más intensas se dieron en la largada, cuando Rosberg adelantó a su compañero de equipo, y muy poco después cuando Fernando Alonso (McLaren) y Kimi Raikonnen (Ferrari) se embistieron en un accidente espectacular del que por suerte salieron ilesos.

La F1 solía ofrecer una cabalgata de emociones fuertes en casi todas las carreras, pero en los últimos años el tedio ha caracterizado muchas jornadas.

Las carreras parecen copias de sí mismas y está desapareciendo la emoción.

¿Deporte?

La vitalidad de un deporte no se mide por lo que de él opinen sus seguidores más devotos, sino de la imagen que tenga esa vasta masa de aficionados que lo sigue con una predisposición más cercana a la cortesía que al fervor.

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En el pasado los pilotos salían agotados del monoplaza al terminar la carrera. Eso es algo que no sucede hoy.

En el caso de la Fórmula 1, ese aficionado ideal, cortés pero escéptico, ya no enciende su televisor con la expectación de un buen espectáculo, para no hablar de una justa deportiva en la que todos tengan posibilidades semejantes.

Esto último es lógico en un deporte como el automovilismo, donde la importancia de la máquina es obvia, pero uno de los secretos de los creadores de ese mecanismo de ilusiones es que habían persuadido al público de que la F1, esa rara combinación de habilidad humana y perfección mecánica, permitía el lucimiento de los más capaces: Fangio, Senna, Schumacher…

La involución de la F1

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La ilusión es un elemento crucial en la venta de cualquier espectáculo, incluyendo los deportivos.

Ya nada es igual

Max Mosley, expresidente de la FIA, Federation Internationale de L’Automobile, cuenta en su autobiografía,aparecida la semana pasada, una deliciosa anécdota de su primera reunión de trabajo con Bernie Ecclestone, el gran prestidigitador, el ilusionista que creó la estructura moderna de la F1.

Ecclestone, que lo había citado para un desayuno de trabajo, le dijo a la camarera que esperaba a un hombre que acababa de salir de la cárcel y que estaba famélico, pero no tenía ni un centavo.

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Bernie Ecclestoone ha ejercido de patrón de la F1 por casio cuatro décadas.

Cuando Mosley llegó, la camarera le sirvió un desayuno pantagruélico y no quiso cobrarle ni un centavo.

La anécdota nos interesa porque entre Ecclestone y Mosley crearon en el público de la F1 una expectación semejante a la que tuvo esa camarera: algo excitante y peligroso que no queremos perdernos… aunque sea una ficción.

Ecclestone cree ahora que el progreso técnico y la mayor seguridad de los autos y los circuitos limitan el impacto emocional del espectáculo; dice que el aporte profesional de los pilotos se ha reducido en forma paulatina debido a la rápida automación de muchas operaciones que antes hacían manualmente.

Dime que conduces y te diré tu puesto

Hasta la cacareada diversidad tecnológica está mostrando los costurones de la realidad: sólo dos motores son deportivamente viables en la «parrilla» actual, Mercedes y Ferrari, que impulsan a varios de los equipos más rápidos.

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La superioridad de los motores Mercedes es tal que sólo Ferrari es capaz de robarle algún puesto entre los diez primeros.

Otras dos fábricas, Renault y Honda, además de la gran inversión que deben hacer para desarrollar sus motores, deben cargar con el cuantioso costo que significa la pérdida de prestigio por la publicidad negativa de su mediocre (en el caso de Renault) o desastroso (caso de Honda) rendimiento en carrera.

El equipo Red Bull, que dominó la F1 durante varios años con motores Renault, ha perdido terreno con la nueva planta motriz híbrida y se habla de la posibilidad de que se retire de la categoría, aunque muchos creen que se trata de una maniobra táctica para resolver su asociación con Renault (tiene contrato hasta 2016) y asegurarse un buen motor entonces.

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Alonso es considerado el piloto más completo de la categoría, pero su habilidad no puede recortar el déficit de su monoplaza.

Los comentaristas señalan que tanto Mercedes como Ferrari lo pensarán mucho antes de abastecer con sus motores a un equipo tan bien organizado como Red Bull, que además emplea al respetadísimo diseñador Adrian Newey.

Otro gran equipo que atraviesa momentos vergonzosos es McLaren, cuya asociación con Honda dio una fugaz impresión inicial de vitalidad.

Esto es lo que habría atraído a Fernando Alonso, el bicampeón mundial español, uno de los pilotos más dotados (muchos dicen el mejor desde Schumacher) pero que no ha sido afortunado con sus autos.

Aburridos a 300 km/h

Este es otro de los detalles que debilitan la imagen de la F1: un gran piloto puede dar una imagen de mediocridad, mientras que un jovenzuelo como Max Verstappen (17), talentoso pero inexperto, se luce como un futuro campeón.

Hay algo que no cuadra desde el punto de vista deportivo: Verstappen es tan «bueno», al menos en parte, porque se está reduciendo la importancia de la habilidad conductiva de los pilotos, atareados como están en apretar botoncitos y mover perillitas, mientras el auto «se conduce solo».

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La experiencia ya no es un elemento crucial para que las escuderías decidan qué pilotos contratar.

Por supuesto que los pilotos, o la mayoría de ellos, son excepcionales, pero la evolución de la categoría está reduciendo su importancia en el «paquete final» que compra el público.

Buena parte de ese público es nuevo, de los países asiáticos donde la F1 ha entrado gracias al genio negociador de Ecclestone. Así como se lo ha ganado se lo puede perder.

Al mismo tiempo, y esto también es grave, la categoría se debilita a ojos de sus seguidores tradicionales, esos aficionados que se emocionan cuando escuchan la palabra «Monza».

Esa pérdida sí que debería doler.

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