Enrique Arias Vega, colaborador en Valencia News. Más fácil protestar que hacer

Al borde del suicidio

Hasta un político tan indocumentado como el presidente francés, François Hollande, ha reconocido que los nacionalismos como el escocés buscan la destrucción de la unidad europea.

De momento, la derrota electoral del independentismo de Escocia ha detenido la Unión Europea al borde del abismo. Sin embargo, la propensión de Europa a su suicidio político no ha hecho más que empezar.

La obsesión de las democracias europeas tras la guerra de 1945 fue evitar la repetición de los conflictos bélicos que periódicamente asolaban al continente, propiciaban el desplazamiento de millones de personas y la muerte de otras tantas más.

Eso, la Europa occidental y democrática lo ha conseguido: 70 años de paz, el periodo más largo y fecundo de bienestar personal y colectivo, igualdad social y participación en un mismo sistema de valores.

Hasta ahora.

Recientemente, impulsado por la crisis económica, las ventajas comparativas de unas regiones sobre otras y la insolidaridad de algunas de las más beneficiadas, surge el cuarteamiento de la UE, la aparición de recientes naciones, como si esto fuese Sudán del Sur frente a la del norte, o la floración de nuevos Estados como las islas de Kiribati, en el Pacífico, cuyos 100.000 habitantes tienen el mismo coto en la ONU que China con sus 1.400 millones.

En este continuo mirarse al ombligo de nuestro viejo continente, ayer fue Escocia, hoy, Cataluña, y mañana, Flandes, Córcega o la Pandania italiana, cuando el problema no es trocear Europa, sino que la aniquilen desde dentro las decenas de miles —sí, decenas de millares— de radicales extremistas islámicos dispuestos a aprovecharse de nuestra debilidad.

Y nosotros, en vez de hacerles frente, ayudándoles con nuestro entreguismo suicida.

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