Alivio, alivio…

 

 

La portada de VLC News, al informar de que Valencia no estará en el calendario de la Fórmula 1 del año 2014, dice que los valencianos se encuentran divididos entre dos sensaciones: la de alivio y la de disgusto. Y como esa divergencia de opciones se me plantea también como una invitación del periódico a opinar sobre el asunto, me apresuro a apuntarme en la lista de los aliviados, y mucho, por la muy buena noticia.

¿Aliviado? dirán alarmados los que acudían a gastar un montoncito de euros para ver la carrera. Aliviado, les digo yo, que he estado tres veces en el circuito, tres, y nunca, puedo jurarlo, nunca he sido capaz de saber cuál era el coche del español. ¿Pero es que alguien –con el corazón en la mano– llega a saber eso? ¿Alguien ha podido ver bien alguna vez alguno de los coches? Mis recuerdos de las carreras, más allá de una sensación de calor sofocante, es la de ver pasar sombras ruidosas, fantasmagóricos rugidos… También recuerdo que, un año, cuando al fin conseguí que un espectador cercano me perdonara la vida y me hiciera saber que Alonso iba a caballo de una máquina “con la cámara de televisión verde”, terminó la carrera sin que yo llegara a saber dónde llevaban la cámara de televisión aquellos berridos con ruedas.

Lo diré más en serio: me alegro. Me alegra saber que la Fórmula 1 no vuelve a Valencia-ciudad en 2014. Y me alegraría saber que el puerto, la Marina Real Juan Carlos I, tiene ya despejado el porvenir durante bastantes años; que al fin va a saber cómo organizar la circulación en su ámbito, acabará con la configuración provisional de casi todo y podrá dar destino a los tinglados que literalmente tenía reservados para usarlos un par de semanas al año, sin ninguna otra utilidad. Valencia tiene un proyecto relevante en la Marina y el proyecto, obviamente, está vinculado al mar. Desarrollar ese nuevo barrio, conquistar ese proyecto sin dudas, interferencias ni titubeos, es el objetivo central que el Ayuntamiento y la Generalitat deben apoyar sin reservas.

Porque esa es otra: el señor del pelo blanco, el pequeño mister Ecclestone, tenía en Valencia –contrato en mano, desde luego– un verdadero derecho de pernada, un catálogo enorme de privilegios medievales según los cuales la autoridad del Consorcio Valencia 2007 sobre la vieja dársena de Valencia quedaba anulada cuando él llegaba con sus huestes. Dueño y señor de la dársena, el inglés disponía del edificio Veles e Vents para sus invitados exclusivos, mientras hacían y deshacían a lo largo de todo el circuito. ¿Quién regaló esas prebendas? Desde luego, la Generalidad. La misma que ahora, al menos, ha tenido la dignidad de decir que no puede pagar todos los eventos y que hay otras prioridades en el horizonte.

No sé si el circo del señor Ecclestone regresará alguna vez. No me importaría que, con menos gastos y menos humos, pudiera haber carreras de coches donde es natural que las haya, que es en el circuito de Cheste. Que fue construido para eso, precisamente.

Y es que hay otro factor que no se contempla: que se hablaba siempre de circuito urbano, como si la carrera de Valencia fuera la de Montecarlo, y eso no es cierto. Solo una calle habitada veía pasar la carrera, y desde lejos, en una parte pequeña del circuito. Todos sabemos que un circuito urbano como el de Mónaco exigiría de Valencia lo que no es posible: que los coches bajaran por la Bolsería hacia el Mercado Central, por poner un ejemplo…

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