Artur Mas, el chico de los recados

Excepto para los sabelotodos, cráneos privilegiados que siempre han visto venir cualquier cosa que sucede, hay decisiones políticas cuya génesis es un enigma. Así, los que no estamos entre los visionarios del “ya lo sabía” solemos preguntarnos cómo fue que Artur Mas se embarcó en la incierta aventura secesionista. Más aún cuando nada presagiaba que iba a tomar ese rumbo en el instante en que llegó, por primera vez, a la presidencia catalana allá en diciembre de 2010.

Cierto que CiU ha estado, desde el minuto uno, en el empeño de la “construcción nacional, pero no había sido abiertamente secesionista. La independencia la situaba, digamos, en el reino de lo deseable, pero no (todavía) en el reino de lo posible. De modo que se entregaba a su juego favorito de arrancar cesiones a los Gobiernos centrales, y hacer y deshacer sin interferencias. El propio Mas acudió a las elecciones de 2010 sin decir una palabra sobre consultas o independencias. Hasta que, de repente, antes del ecuador de su mandato, empezó a hablar únicamente de independencia y consultas.

¿Por qué CiU abandonó una ambigüedad tan ventajosa? ¿Cómo es que Mas, que iba de gestor de la crisis, se convirtió en el profeta de la Tierra Prometida? ¿Actúa el presidente catalán al dictado de los Pujol? Hace unos días le preguntamos al respecto, en el programa de radio El Búho, a Alfons Quintá, un veterano periodista que conoce bien a la plana mayor de CiU; no en vano fue el primer director general de TV3, por decisión de Jordi Pujol.

Quintá fue taxativo: “Mas va por libre”. Para empezar, dijo, fue escogido por Pujol a fin de que le guardara el trono a su hijo Oriol. Porque el propósito de Pujol padre era crear una dinastía y que su retoño fuera presidente. Como esto aún no era posible por razones de edad y currículo, eligió a un hombre “inocuo, inodoro e insípido” hasta que llegara la hora del auténtico sucesor.

¿Qué pasó, entonces? Pues pasó que Mas “se creyó que era un gran político, cuando nunca lo ha sido. Es un pobre chico, el chico de recados. Hablar con él en privado es deprimente, no tiene idea de nada sobre nada (…) y ahora se cree el rey del mambo.” Dijo más Quintá sobre el presidente catalán y su entorno, y recomiendo que lo escuchen; en la web de Radio 4 G Siglo XXI busquen el podcast de El Búho del 2 de julio.

Bien. Quizá no sea noticia el escaso cacumen político de Mas, aunque tiene valor añadido que lo confirme alguien que conoce el paño. Pero esto no debe tranquilizar a nadie. Si Mas no es consciente de las limitaciones, de las suyas como de las que impone la realidad, tampoco tienen límite los desastres que puede provocar. Recuérdese la quinta ley de la estupidez humana, según el economista Carlo M. Cipolla: El estúpido es más peligroso que el malvado. ¡Mucho más!

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