Barrancos: el mundo al revés

 

En el telediario de la Televisión Valenciana veo que unos caballeros, metidos en el cauce del barranco de Carraixet, bajo el puente de la carretera de Bétera, explican que ha comenzado el plan de prevención contra inundaciones de la Comunidad Valenciana. Es uno de los primeros síntomas de que las vacaciones se acaban; la temporada de otoño llama a la puerta y el periodismo recupera si agenda de temas clásicos.

Los personajes del mini reportaje de TVV llevan puesto el casco. Lo hacen, en principio, para que entendamos que están trabajando. Claro que, si bien se mira, hacen muy bien: el suelo que pisan, el del cauce del barranco, está tan aterrado de escombros, maleza y basura urbana que ellos casi se golpean la cabeza con el techo del puente. Uno, el que más manda, está explicando para qué sirven unos rectángulos blancos y rojos pintados en las gruesas columnas cilíndricas del puente. “Cada cuadrado –explica—equivale a medio metro de altura de agua; así es que es muy fácil saber cuánta agua circula en un momento dado…”

Mientras ellos simulaban escribir algo en sus carpetas, me levanté del suelo. Me había caído de la impresión. Porque si ese es el modelo, arregladitos estamos. ¿Cómo contarán los cuadros blancos y rojos que hayan quedado sumergidos bajo las aguas? ¿No es mucho más fácil, como se ha hecho toda la maldita vida, poner una regla ascendente y leer que el agua está llegando a los 2’80 metros?
No lo sé. Pero los técnicos siguen mirando por debajo del puente, mientras el reportaje explica que las brigadas que en verano se han ocupado de vigilar los incendios forestales, ahora, en la temporada de otoño-invierno, se van a dedicar a vigilar los riesgos de inundación…

Dicen vigilar, no impedir los riesgos de inundación. Dicen mirar, observar, tomar notitas… pero en ningún momento hablan de abortar o conjurar el peligro tomando medidas activas, soluciones. Todo indica que los paupérrimos recursos que hay dan para mantener los jornales de las personas que “vigilan” con teléfono móvil; pero en modo alguno para poner máquinas y trabajo el esfuerzo de impedir que haya riadas.

El barranco de Carraixet, en el que se desarrolla el reportaje fue el responsable, en la riada de 1957, de completar el desastre de Valencia. Gracias a él, tradicionalmente, las inundaciones nacidas en las grandes gotas frías destruyen lo que encuentran a su paso desde Puzol hasta Pinedo. Desde Alboraia hasta más arriba de Bétera, el barranco de Carraixet es un asesino en potencia… al que los alcaldes y la Confederación Hidrográfica del Júcar consienten que se llene de broza, basura, colchones, maleza, muebles viejos, escombros de obra, aprovechamientos agrícolas, cañaverales, árboles y toda clase de impedimentos para que el agua, llegado el caso, se desborde enseguida.

En Bétera, los sesudos técnicos que estaban bajo el puente, casi tocando el caso con el tablero, el suelo está un par de metros elevado sobre el nivel oficial del cauce. Aguas arriba de ese puente, apenas a cien metros, los técnicos y los reporteros de televisión podían habernos mostrado con poco esfuerzo que el Ayuntamiento dejó construir un campo de fútbol reglamentario y campo de tiro con arco, y que ambas obras están elevadas en talud sobre el álveo mediante aterramientos.

Calla la Confederación y calla el municipio. Calla el Seprona y la vigilancia de cauces de los inútiles organismos que hay en la consellería, la delegación del Gobierno, la Confederación y si me apuran el arzobispado. Callamos y otorgamos, otorgamos todos: la prensa, la televisión, y los inútiles caballeros con caso y carpeta de notas. Todos, todos estamos haciendo el memo, contribuyendo a la misma chorrada propagandística, a la misma retórica ridícula de cada verano y cada otoño. Porque, para empezar, ese puente, que un día se llevará una riada del Carraixet, es el único que hay para que pasen las unidades militares de la UME que tienen que auxiliarnos a todos. Por él han pasado para ir a Lorca, a Mallorca, a cualquiera de los lugares de nuestra región que han tenido inundaciones, riadas o apuros de cualquier clase.

Mientras tanto, seguimos haciéndolo todo del revés. Seguimos sin aplicar los viejos y razonables principios que indican que las brigadas forestales, ahora, deberían empezar a limpiar el monte de la maleza que puede arder en el verano de 2014. Y es ahora cuando deberían terminar su tarea las brigadas que debían haber pasado la primavera y el verano limpiando de maleza y cañaverales los cauces de nuestros ríos y barrancos.

 

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