Canibalismo y gastronomía

A lo peor un día cualquiera, tras una demanda por canibalismo, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid decide archivar la causa y considerarlo un caso de gastronomía.

De momento, que tres centenares de personas se reúnan frente al domicilio particular de la vicepresidenta del gobierno, profieran gritos e insultos, bloqueen la puerta de entrada, de tal manera que nadie se atreva a entrar y salir, eso que desde hace muchos años conocemos como intimidación, resulta que, según los ilustres magistrados del T.S.J.M., es «un mecanismo ordinario de participación democrática de la sociedad civil».

Es decir que, a partir de ahora, cualquiera puede reunir a trescientas personas, plantarse delante del domicilio particular de un magistrado de la Audiencia de Madrid, y, si no está de acuerdo con la sentencia, llamarle a gritos hijo de puta o hija de puta, según el sexo y condición, porque no significa que exista ánimo de coerción, es decir, de doblegar la voluntad del juez, ni tampoco de acojonarle, sino «un mecanismo ordinario de participación democrática de la sociedad civil«.

Todo eso acosando el domicilio particular, que, según el Tribunal de Estrasburgo, debe ser inviolable y no admite injerencias de ningún tipo.

El panorama se presenta muy animado: estudiantes que intimidarán -perdón, participarán democráticamente– en los domicilios de los catedráticos; cuartelillos de la Guardia Civil, acosados -perdón ejerciendo la libertad– por denunciados por una multa; vecinos que cercarán los domicilios y casas de concejales, alcaldes, funcionarios e inspectores de Hacienda para ejercer el ordinario mecanismo de participación democrática.

Según el DRAE, «ordinario» es algo común, regular y que sucede habitualmente. Como sabemos, en toda España lo más corriente del mundo es que la gente se arracime de trescientos en trescientos para insultar al que está dentro de su domicilio, algo que sucede habitualmente.

Millones de personas no nos habíamos enterado, pero los magistrados del TSJM sí. Vamos, día sí y día no, tienen que llamar a la policía para que retiren a los trescientos que tienen en la puerta llamándoles cabrones, y poder salir a impartir Justicia.

Luis del Val

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