Causa general y causas generalizadas

 

 

Es un goteo insufrible, una exagerada acumulación de malas sensaciones. Unas semanas afecta a unos más que a otros. Pero a veces incluso se podría decir que hay un turno profesional, entre jueces y fiscales, a la hora de imputar aquí o allá, de distribuir las noticias por regiones, de hacer que una de las causas abiertas hace años se reactive y vomite una nueva y escandalosa lista de imputados.

 

Esta semana le tocó el turno al PSOE en Andalucía. Una nueva tanda de veinte imputados ha puesto sobre el tapete, de nuevo, al muy famoso caso de los Eres, con la ex ministra Magdalena Álvarez en el paquete, para escandalizar más y mejor. Unos días antes, por pura casualidad que nadie ha creído, el presidente de la Junta de Andalucía y presidente nacional del PSOE, José Antonio Griñán, anunciaba que no se volverá a presentar a unas elecciones para las que faltan tres años y ponía en marcha un proceso sucesorio. Nadie, como digo, ha pensado que sea una coincidencia en el espacio y en el tiempo: Griñán teme, con mucha razón, que el asunto de los Eres pueda llegar hasta su nivel, porque como muchos medios informativos han explicado, la jueza Alaya se estaría dejando para el final de la instrucción a los personajes aforados.

 

Como todos hemos podido ver esta semana, el ritual se ha cumplido a rajatabla. Todos los que han venido argumentando que el PP es un nido de oscura corrupción, todos los que han dicho que las dimisiones deberían acompañar a las imputaciones han emprendido ahora el camino argumental inverso: el de la defensa de la presunción de inocencia que asiste a todos los ciudadanos y, al mismo tiempo, el del intento del desmontaje de un sumario que, como afecta a los míos, justamente parece hecho con los pies, sin orden ni concierto, con opiniones más que hechos probados, con juicios de valor ante que con una investigación rectamente terminada.

 

El proceso seguido por los socialistas, es idéntico, solo que a la inversa, que el que ha rodeado el momento amargo en que Luis Bárcenas entró en la prisión de Soto del Real. O el que un día y otro salpica, en las Cortes Valencianas, a unos y otros diputados. Los dos grandes partidos siguen acusándose de sus propios vicios y llegan a utilizar, de forma cruzada, la impresión de que la Justicia podría estar haciendo contra ellos una “Causa General”.

 

El término “Causa General” que la Dictadura de Franco usó al final de la Guerra Civil para relatar cuanto había sucedido en tan amargo momento de España –desde su único punto de vista, claro está– es, qué duda cabe, un exceso del lenguaje. Pero sí podría decirse que la Justicia está haciendo, ciertamente, un buen baldeo en las aguas negras de la política y la administración. Desde hace unos años se ha tomado la decisión de hurgar en las entrañas de los partidos, de sacar a la luz sus trapos sucios y de hacerlo sin consideración alguna.

 

Si el ex tesorero del partido que gobierna España está en prisión, el asunto, no cabe duda, es grave. Si hay imputados ex ministros del Partido Socialista y aflora una trama que desviaba dinero oscuro de una región entera, el asunto es grave. Si hay imputados hasta parientes del Jefe del Estado es que el asunto, por no hacerlo largo, es muy grave. Pero eso no quiere decir que la Justicia muestre una especial animadversión a la política en forma de Causa General, sino que, por así decirlo, en España se habían generalizado las causas. Es decir, que la corrupción ya lo invadía y lo salpicaba prácticamente todo hasta extender, a la vista de los jueces, causas generalizadas.

 

No hay más remedio que dejar a la Justicia trabajar. Por duro, amargo e inconveniente que pueda ser para los partidos o para la imagen de España. Dejar a los jueces que limpien, es necesario si uno cree en el papel dignificante que tiene el empeño de la búsqueda de la verdad y el castigo de los que han violentado las reglas. Aunque sea complejo de aceptar, estamos invirtiendo, además, en la consolidación de una imagen nueva de pureza que tendrá que sernos rentable dentro de unos años. Lo más que se les puede pedir a los jueces, pues, es que hagan su trabajo bien …y que a ser posible sean rápidos.

 

Sin embargo, extraña mucho que los dos grandes partidos, acordes hace muy poco en dar de España una imagen de cierta cohesión ante Europa, no estén abordando ya el paquete de últimas reformas que la falta a España para la modernización de sus estructuras. ¿Por qué es tan tibia y lenta una reforma de las administraciones que aborde la de la Justicia? ¿Por qué no se acomete de una vez el cambio en a la financiación de los partidos con la finalidad de que no empleen dinero público en su tarea? ¿Por qué, en fin, no se cambian las reglas y normas electorales y vamos a un modelo político más trasparente y participativo, más humilde y directo?

 

La unión de criterios que Rajoy y Rubalcaba han encontrado para un solo asunto, bajo los auspicios del Jefe del Estado, creo que podría dar más frutos de utilidad. Todavía está por ver si ese pacto no da como resultado el clima que es muy necesario para una reforma de la Constitución.

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